VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Primera cita

Laura Cabezos, 15 años

                Colegio IALE (Valencia)  

Estaban en silencio; el examen no era demasiado fácil pero Alba, concentrada, trabajaba cabizbaja en la últina pregunta que le quedaba por contestar. Había estudiado toda la noche anterior. Sus padres le habían advertido que debería acabar el curso con todas las asignaturas aprobadas. Si no, se quedaría sin campamento.

Tras unos minutos, la campana inundó la clase. Alba entregó a su profesora de castellano el examen, recogió su mesa y se colgó la mochila en el hombro derecho. Respiró profundamente; el curso había acabado.

Se dirigió con paso ligero al autobús. De fondo, y como todos los días del año se escuchaba el himno del colegio, el cual, casi sin darse cuenta, Alba tarareaba. Al subir al vehículo, se sentó en su plaza habitual, junto a la ventana. Desde ahí podía observar los coches, además de pegarse contra el cristal cuando se quedaba dormida.

Al acercarse su parada, cogió sus cosas, deseó un feliz verano a todos aquellos compañeros que aún seguían en el autobús y dio las gracias a la profesora encargada de la ruta y al conductor por el servicio prestado a lo largo del curso escolar.

Durante los cinco minutos que separaban la parada de autobús de su casa, saludó como de costumbre a la señora Carmen, que en un banco daba de comer a las palomas. Cruzó la calle, pasó frente a la floristería y llegó al portal de su casa. Su madre la esperaba con la merienda encima de la mesa de la cocina. Engulló rápidamente; debía estar vestida y arreglada en media hora y ni tan siquiera había elegido qué iba a ponerse.

Una de sus camisetas favoritas junto a los vaqueros que tanto le gustaban, serían el conjunto perfecto. Alba era una chica coqueta pero un tanto acomodada a la hora de vestiraw, así que se calzó sus zapatillas favoritas, las que le había regalado su hermana.

La hora se iba acercando. Reunió su larga cabellera rizada en una coleta alta. Sus mofletes tenían un tono sonrosado debido al colorete. Sus labios estaban brillantes. Se dio un último vistazo frente al espejo; estaba lista.

Bajó las escaleras, abrió el portal y consultó su reloj. Eran las seis menos cinco de la tarde. Aún quedaban cinco minutos para el gran momento.

Su calle era una de las más transitadas del pueblo. El tráfico era constante y contínuo el gentío. Entre tanto alboroto, Alba cada vez estaba más nerviosa. Decidió respirar profundamente. En ese momento le tocaron el hombro.

-Hola Alba.

-¡Carlos! Qué susto me has dado.

Notó que le daba un vuelco el corazón. Se acercó y le dio un beso en la mejilla. Aquel chico estaba tan guapo como siempre.

-¿Te apetece que vayamos a dar un paseo?

-Me encantaría –respondió.

Era su primera cita.