XIII Edición
Curso 2016 - 2017
Profesores
Ana Belén Rodríguez Alenza, 15 años
Colegio Pineda
Siempre me ha parecido muy curioso ver cómo una persona es capaz de influir en otra de forma radical. Normalmente este privilegio —y a la vez, responsabilidad— se otorga a familiares y amigos, pero si hay una figura con capacidad de ejercer verdadera influencia en la vida de otros es la del profesor. Su función no es solo enseñar académicamente, sino que también, casi sin darnos cuenta, es un modelo al que imitamos. Por eso, dependiendo de su actitud, el profesor tiene poder para ahuyentar nuestras ilusiones o para conseguir que vayamos detrás de nuestros sueños.
Un buen profesor te infunde ilusión; consigue inyectarte interés por su asignatura, aportando contenidos que resultan de tu interés; aumenta la seguridad que tienes en ti mismo, porque aunque te lo exige todo, te proporciona las herramientas para conseguirlo. Buen profesor es aquel que te anima a volver a empezar, especialmente después de haber cometido un error; quien está disponible dentro y fuera del aula, atendiendo tus necesidades, porque sabe que lo que necesitas aprender no siempre viene explicado en los libros; el que te escucha, te aconseja y te comprende, porque se ha tomado la «molestia» de conocerte… Un buen profesor perdura en la memoria y es emocionante cruzarse con él o con ella por la calle, porque sientes que una parte de tu pasado vuelve hacia ti.
Sin embargo, no todos los profesores aman su oficio. Seguro que quien me lee también ha tenido malos profesores, esos que hacen tediosas las horas de clase, que hablan sin convencimiento de aquello que enseñan, que dejaron por el camino la razón por la que un día decidieron enseñar… Un mal profesor es aquel que parece sorprenderse cuando las cosas nos salen bien, y que con una simple mirada nos hace perder la confianza en nosotros mismos.
Es preciso tener en cuenta que los profesores son humanos, que un día fueron niños y también estudiantes. Por eso los malos profesores suelen ser un reflejo de los maestros que tuvieron de pequeños. Sin embargo, eso no significa que los buenos profesores tuvieran un elenco de maestros excepcionales, sino que nunca han tirado la toalla y continúan luchando por superarse a sí mismos, de modo que logran contagiarnos su ilusión.