XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Reencuentro

Adela Vázquez de la Torre, 16 años

                 Colegio Zalima (Córdoba)  

Necesitaba despejarme, pues había pasado otra noche dando vueltas y vueltas en la cama que no llegaban a ninguna parte. Llevaba varios días así, intranquila, con una sensación extraña.

Me tomé un café y salí a la calle. Aún era de noche.

Sin rumbo alguno, cogí el primer autobús que llegó a una parada y me subí, sin preocuparme por saber a dónde iba. Sólo quería irme lo más lejos posible, donde nadie pudiera verme.

El autobús acabó su trayecto en lo que parecía un viejo y humilde barrio de la ciudad. Nunca había estado en ese lugar, pero el silencio de las calles vacías me ayudaba a pensar qué podría provocar el nudo en el estómago que llevaba varios días conmigo.

Estaba amaneciendo. Me senté en un banco y observé la tímida luz que surgía de entre los altos edificios y que marcaba el inicio de un nuevo día. Disfruté de aquel momento hasta que el claxon de un coche me hizo salir de mi ensimismamiento.

Me puse a andar hasta que vi un pequeño bar. No era nada un local fuera de lo común, pero algo en él me llamaba. Con el pulso desbocado, entré. Era una estancia apenas decorada, simplemente un par de mesas en medio, la barra y, al final, una chimenea que daba al bar cierto encanto. Me senté junto a la barra, pero allí parecía no haber nadie.

Después de mi tercera voz, un muchacho salió a atenderme. Pero… no podía creérmelo. ¡Era Juan!

Todas aquellas noches de insomnio e inquietud me habían llevado hasta él, mi hermano pequeño, después de casi tres años sin tener noticias de su paradero.

Con Juan pasé los mejores momentos de la infancia, pero se fue de mi vida de un día para otro, sin decirme adiós.

Su cara de sorpresa lo decía todo.

Tres años antes, después del accidente y la posterior muerte de mis padres, la familia se rompió. Estábamos tan afectados que, tras varias disputas, cada uno de los hermanos tomamos un camino diferente.

Pero el orgullo se difuminó en cuanto nos vimos. No fue necesario que nos dijéramos nada.