XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Retozando por el universo 

Juan Andrés Angulo, 16 años

Colegio El Vedat (Valencia)

En un rincón remoto del universo, en un planeta llamado Thalax, habitaba un alienígena llamado Klyr, un ser de piel verde y lustrosa, con ojos grandes y redondos, y un corazón noble que anhelaba aventuras y nuevas amistades. 

Un día Klyr, que estaba paseando por la galaxia, llego a un planeta grande y azul. Descendió en su nave y aterrizó en un prado cerca de una granja. Una vez pisó la hierba, mientras caminaba escuchó un relincho lastimero que provenía de un establo cercano. Se acercó cautelosamente y vio a un caballo atrapado en un corral pequeño y sucio. El animal, de pelaje castaño y con una mancha blanca en la frente, parecía triste y maltratado. 

Klyr se le acercó lentamente, extendiendo una mano amistosa. Al principio, el caballo retrocedió asustado a causa de aquel extraño ser, pero los ojos del alienígena irradiaban una calidez que la bestia llegó a sentir gracias a la capacidad telepática de Klyr, quien le susurró en la mente: 

«No temas, amigo. Estoy aquí para ayudarte. ¿Cómo te llamas?». 

El caballo parpadeó, sorprendido al escuchar aquella voz en su cabeza. Respondió:

«Me llaman Vinagre. Estoy atrapado en esta cuadra desde hace mucho tiempo. El granjero solo me usa para trabajar; nunca me permite correr en libertad». 

Klyr sintió una punzada de tristeza en el corazón. Sin perder tiempo, usó sus habilidades para desmaterializar el establo. Vinagre percibió, por primera vez en mucho tiempo, la posibilidad de ser libre. Por eso trotó cautelosamente alrededor del corral, antes de echarse a galopar alegremente por el prado. 

Klyr y Vinagre pasaron el resto del día explorando los alrededores. Además, el alienígena le mostró a su nuevo amigo algunas maravillas que el caballo nunca había visto: colinas llenas de flores, arroyos cristalinos y árboles de copa altísima en las que los pájaros cantaban alegres. Vinagre, en gesto de gratitud, le permitió montar sobre su lomo. Juntos cabalgaron bajo el cielo estrellado. 

Klyr y Vinagre trenzaron un lazo inquebrantable. Aquel le construyó un hogar secreto en el bosque, donde el animal pudo vivir libre y feliz. Todos los días le traía manzanas frescas y se sentaba a contarle historias de otros mundos que sucedieron en galaxias lejanas. 

Una noche Klyr le anunció a Vinagre: 

–Tengo que volver a mi planeta, pero te prometo que regresaré. Eres mi mejor amigo, Vinagre. 

El rocín relinchó suavemente y, en un gesto de cariño, se frotó la cabeza contra el cuerpo de Klyr. Sabía que aquella amistad era más fuerte que la más lejana de las distancias. 

Así, Klyr se despidió temporalmente de Vinagre, con la promesa de volver. El caballo lo esperó con paciencia mientas disfrutaba de una vida plena.