VII Edición
Curso 2010 - 2011
Secuestro
María Torrubiano, 14 años
Colegio La Vall (Barcelona)
Marta sintió unos pasos apresurados detrás de ella. Giró levemente la cara para ver, de reojo, a quien pertenecían. Eran dos hombres barbudos, vestidos con harapos. Ellos se dieron cuenta de que Marta les miraba e intercambiaron una siniestra sonrisa antes de apretar el paso y colocarse detrás de ella, pisándole los talones.
Marta torció la esquina y ellos la imitaron. En ese instante, la chica no tuvo dudas de que la perseguían y cruzó la calle para despistarlos. Una vez en la otra acera, empezó a correr.
Miraba de un lado a otro, buscando a alguien que la pudiera ayudar. Vio a un chico, más o menos de su edad. Se dirigió hacia él cuando una mano la agarró por la mochila que llevaba colgada del hombro. Giró sobre sus talones y propinó a uno de los hombres una patada. Trató de huir, pero el otro ya se encontraba a su lado y la cogió del brazo mientras con la otra mano empuñaba un cuchillo corto y afilado.
-Tú te vienes con nosotros, preciosidad -dijo con una voz grave y ronca.
-¡No!
-No me obligues a hacerte daño. Compórtate como la niña buena que eres y no te resistas.
-No sabes con quién te estás metiendo…
El hombre levantó el cuchillo y se lo intentó clavar en el ombligo, como si quisiera hacerle uno nuevo. Marta se apartó, pero el cuchillo rozó su piel, dejando un corte poco profundo por el que empezó a emanar sangre.
Chilló de dolor. Aún así, apretó el puño y le lanzó un golpe con el que le rompió la nariz.
Marta notó un dolor punzante en la barriga. Al mirarse, encontró el mango del cuchillo que sobresalía de su cuerpo.
Sacó el cuchillo con manos temblorosas y lo arrojó lejos de ella. Seguidamente extrajo de su bolsillo un trozo de metal que colocó sobre la herida, que al instante sanó. Inmediatamente aplicó el mismo remedio a los dos hombres, con el mismo resultado.
-Muchachos, espero que el entrenamiento de hoy les sirva de lección. Nunca se vuelvan a meter con un superior.
Los hombres se despidieron con una leve inclinación de cabeza y se retiraron, sin decir palabra.
-¡Corten! -gritó un señor con voz potente a través de un megáfono-. Esta es la buena. Ya pueden irse a sus camerinos y descansar.