XIII Edición
Curso 2016 - 2017
Seis cuerdas
Antonio Insua, 15 años
Colegio El Prado (Madrid)
Tras varias semanas esperando con ansia que alguien me señalase y le dijese al dependiente: «Quiero esa», al fin me pusieron en manos de mi futuro dueño. Fui el regalo de cumpleaños de un niño. No le hice mucha ilusión, prefería que le hubiesen regalado un videojuego, pero su madre quería que tuviese una buena educación musical. Le inscribieron en un conservatorio para que recibiera clases de guitarra. Los primeros días fueron duros para el niño, que se sintió aburrido y frustrado, y para mí, que tuve que contener con mis seis cuerdas toda su impericia.
Con el tiempo fue mejorando, aunque, los sonidos que producía seguían siendo tan solo ruido para mí. De hecho, él no sentía nada cuando las notas y los acordes salían por mi boca; no tenía nada que decir.
Otra guitarra fue desempapelada, años después, también en el día de su cumpleaños. Esta vez sí que le hizo ilusión: era una guitarra mucho más valiosa que yo, que ya estaba desgastada. Así que me olvidó en el fondo del armario.
***
Hace unos días, la mujer que me compró ordenó a un empleado de la mudanza que me tirara al contenedor, pero el trabajador, sin poder controlar sus deseos de bailar sobre mi mástil, me guardó en su furgoneta.
Desde entonces es mi nuevo dueño. Por las noches, cuando vuelve de trabajar, lamento con él la soledad en la que vivimos, pues él tuvo que cruzar el océano para conseguir un trabajo. Cuando mi música le hace recordar a familiares y amigos que ahora están lejos, la nostalgia florece. Sus canciones suspiran entre mis seis cuerdas.
Por fin mi arte tiene sentido.