XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Silencio 

Pilar Gálvez, 16 años

Colegio Entreolivos

A los cinco años de que se independizara su cuarto y último hijo, Francisco y Rosa decidieron mudarse de casa. Tras unos meses de búsqueda optaron por un pequeño chalé adosado, en la periferia de la ciudad. A Francisco le atrajo por su jardín, pues sus colores parecían infinitos y cambiantes según qué luz se proyectase. Además, allí reinaba un silencio extraordinario, lo que Francisco valoró más que cualquier otra cosa. 

Aprovechando su jubilación, el hombre pasaba mucho tiempo al aire libre, sentado en el jardín con sus libros y reflexiones. Si los primeros días Francisco no sobrepasaba las tres horas diarias en el jardín, conforme fueron pasando los meses aumentó ese tiempo. En el interior de la casa encontraba los ruidos cotidianos cada vez más molestos: una banda de percusión desacompasada en la cocina cada vez que su mujer cocinaba; bombas enterradas en el motor de la aspiradora, de la lavadora, del microondas; tiza contra una pizarra cada vez que su mujer arrastraba una silla; una jauría cuando ella encendía la radio... Aquel guirigay estruendoso empujaba a Francisco a buscar la hierba y las margaritas. Y cada día hallaba un silencio más dulce, y más desagradable la entrada en casa. Poco a poco fue escuchando cada vez menos a su esposa; tan poco lo hacía, que Rosa acabó por mudarse a un piso en el centro. 

Francisco no tardó en sacar su colchón al aire libre para pasar las noches bajo las estrellas. Entraba en la vivienda solo lo imprescindible. Y fue dejando de leer, pues las palabras acumuladas en las páginas de los libros sonaban demasiado alto, como gotas de lluvia que provenían de todas partes y empapaban el silencio. Incluso el simple pensar empezó a hacer un ruido molesto en su cabeza, un zumbido que no cesaba y terminaba por causarle dolor de cabeza y hasta náuseas. 

Francisco decidió, a partir de entonces, apagar su mente y escuchar verdaderamente el silencio. Pasó los años acallando tan inoportunos rumores, intentando suprimir el pensamiento de no pensar en nada. 

Esta historia tiene tres finales posibles. Al lector le corresponde escoger el que le parezca más acertado. 

1) La vejez termina por vencerle; su trofeo es la muerte de Francisco, que fallece a causa de un ruido que es su ensordecedora perdición. 

2) Llega un día en el que Francisco lo consigue: por un instante reina un silencio puro, pero entonces muere por deshidratación e inanición, pues se queda inmóvil el resto de sus días. 

3) Una mañana como otra cualquiera, mientras el silencio amanece en el jardín, Rosa llega con la intención de visitar a su esposo. En cuanto pulsa el timbre, Francisco muere súbitamente a causa del susto (parada cardiaca, según señaló un médico en su informe).