XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Sin palabras 

María Saldaña, 18 años

Colegio La Vall (Barcelona)

Su habitación era un bosque de lienzos en blanco, que esperaban gritar algo cuando la niña se atreviera a hablar. Pero a ella le gustaba verlos vacíos, en eterna espera. 

Cada mañana despertaba rodeada de aquel blanco expectante. Nadie comprendía por qué torturaba así a los lienzos, sin darles ningún sentido, manteniéndolos en esa neutralidad que no expresaba nada. Y ella, ante la incomprensión de los espectadores, sonreía. 

A la niña nadie le había enseñado a hablar. Sí conocía lo que tenía que decir –sin salirse de la raya–, es decir, qué voz debía darle a su pensamiento. Pero nunca le enseñaron a pronunciar sus propias palabras. Por eso no podía pintar sus lienzos, pues sabía que, hiciera lo que hiciera, continuarían en blanco. Así que prefería dejarlos tal y como estaban, para que mostraran un retrato de ella misma, un reflejo del vacío. 

La ceguera de los espectadores hacía reír a la niña. Le divertía que no vieran más allá de lo que debe ser un cuadro, sin calibrar si aquellos lienzos en blanco ya lo eran. Tampoco se daban cuenta de que todas esas telas también eran un retrato de ellos mismos. 

Un día decidió experimentar lo que sería hablar, dando voz a sus pobres lienzos y creando un retrato verdadero. Tomó un cuchillo y los rasgó uno a uno. Fue una acción libre, pues quiso salirse de la raya.

La niña observó su obra: cuadros con heridas desordenadas. Por fin, había abierto un lugar por el que pudieran brotar sus palabras. Su habitación era un bosque de lienzos que gritaban, esperando a que alguien se atreviera a escuchar.