XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Sinsajo

Irene Cánovas, 15 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

Las trilogías presentan problemas, tanto en la literatura como en el cine. Cuando un autor se da cuenta de que su historia funciona, aparece la tentación comercial: no sólo las novelas dan buenos dividendos, sino que estos se multiplican si de por medio hay un guion y una producción cinematográfica. Con ocasión de la última parte de “Los juegos del hambre”, para colmo de los colmos, la decisión de dividir la novela en dos películas hace que todo se quede a medias. Es decir, nos ofrecen la primera parte como si fuese un “parche” entre lo que vino y lo que llegará, con toda seguridad, en la Navidad del año que viene, que, por cierto, es la mejor época del año para hacer caja.

La película procura seguir el ritmo del libro, pero no es lo mismo, y en este caso aún menos, ya que resulta demasiado lenta. En la novela, además, te puedes recrear en leer descripciones precisas, tanto del entorno como del personaje, ahondando en la historia y en la trama. El director, sin embargo, se preocupa más de poner los ingredientes de acción, suficientes para mantener la atención del espectador.

Aun así la cinta no decepciona en exceso a los fieles de la saga, entre los que me incluyo, aunque el final no me convenza. Durante el metraje hay un par de ocasiones perfectas para dar por finalizada la película, pero parece que estaban empeñados en cortarla en el peor momento. Te quedas como un tonto mirando la pantalla, que se ha vuelto negra, esperando algo más, hasta que te das cuenta de que no va a ocurrir nada. Claro que el objetivo, probablemente, sea motivar al espectador a ver la segunda parte.

Es cierto, el cine te muestra cómo son los personajes y los escenarios a los ojos del director. Al leer, sin embargo, eres tú el que imaginas todo: desde el paisaje hasta el más mínimo detalle. Así que, de momento, lo mejor que se me ocurre es recomendar la lectura de la serie de libros, sin lugar a dudas mucho mejores que las películas, por contar con más ritmo e interés.