XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Tardes secretas

María Navarro, 16 años

                  Colegio Pineda (Barcelona)  

David estaba nervioso; aquella chica no dejaba de observarle.

De vez en cuando le lanzaba una mirada furtiva desde el columpio, para cerciorarse de que ella seguía allí. Y sí, seguía observándole sin ningún disimulo. A David los rasgos de su cara le resultaban familiares. Además, no era la primera vez que la veía, pues otras veces se la había encontrado, sentada en el mismo banco mientras él jugaba en el parque.

Ella se acercó y, con una amable sonrisa, le preguntó cuántos años tenía. David le mostró orgulloso cuatro dedos. La chica trató de sonreír de nuevo, pero una sombra de tristeza nubló sus ojos.

Mil sensaciones diferentes inundaron ambos corazones cuando ella le acarició la mejilla. Él sintió una mezcla de nervios y confianza; ella, una alegría y una melancolía desbordantes.

Nadie sabía que David era su hermano pequeño. Ni que las circunstancias de la vida los habían separado. Por ese motivo ella le seguía los pasos y, de vez en cuando, iba al parque a verlo jugar.

Tarde tras tarde se fue ganando la confianza del pequeño. David creyó que se había hecho una amiga mayor que le ayudaba y protegía, mientras ella disfrutaba al haber conseguido estar cerca de David.

Mantuvo en secreto el lazo que les unía. Nadie, salvo David, pudo imaginarse quién era ella en realidad.