VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

The Devil’s

Patricia Garay, 16 años

                 Colegio Ayalde (Bilbao)  

Durante décadas, el hombre ha pensado que el mar es la representación de la libertad. Acaso, ¿hay algo que nos haga sentir más libres que el oleaje impredecible de las mareas?

Yo deseaba, como el resto de los habitantes de mi pueblo, navegar por todos los mares, conocer nuevas tierras, aprender los nombres de las estrellas del otro Hemisferio para no perderme jamás en el océano. Era mi destino; debía embarcar

Por ese motivo me enrolé como grumete en la Arabella, con el capitán Hawk y su tripulación. Con ellos descubrí que la vida en la mar no es completamente libre si no formas parte de la piratería.

Nuestro objetivo consistía en abordar una fragata que saldría del puerto de Villahermosa con destino a las islas Caratúas. Debíamos interceptarla en el mar Loado, donde no pudiera encontrar socorro alguno.

He de decir a nuestro favor, que no les dejaríamos morir de hambre. Siempre que abordábamos una nave, dejábamos provisiones para una semana, tiempo más que suficiente para alcanzar alguna costa.

El capitán Hawk estaba observando por el catalejo cuando, en el horizonte, apareció una nao que en lo alto de su mástil ondeaba una bandera rectangular y negra, con una calavera y dos tibias entrecruzadas.

-¡Maldita sea! -murmuró el capitán-. Cambio de planes, muchachos. ¡Todo el mundo a sus puestos! ¡Icen velas! ¡Media vuelta!

El contramaestre, al tiempo que repetía a voz en cuello las órdenes del capitán, puso en actividad a la tripulación, que en un primer momento se mostró confundida.

El barco de corsarios comenzó a aproximarse a una velocidad nunca vista, pero el Arabella no era ningún cascarón y pronto estuvo todo listo para poner millas de por medio entre una y otra embarcación.

Yo me encontraba limpiando los platos en las cocinas. Me daba rabia perderme toda la acción de subir los foques y tensar las jarcias. Pero era un grumete, el ultimo mono de aquel galeón.

Se oyó un silbido. Una ola entró por la escotilla, mojándome los pies. Miré hacia las escaleras: unas manchas se movían a una velocidad alarmante por la cubierta.

Me quité el delantal y subí. Entonces me encontré con una imagen terrible: del barco enemigo manaban balas de hierro que surcaban el espacio hasta caer sobre el mar, a muy pocos metros de nuestra proa. Las órdenes del contramaestre y los gritos de la tripulación se mezclaban en un terrible alboroto.

Cuando me volví hacia la toldilla, descubrí al capitán: asía fuertemente el timón mientras articulaba palabras mudas y miraba con rabia hacia el navío que nos bombardeaba.

-¡Cuidado grumete!

Una explosión siguió a su aviso. Sólo tuve tiempo para saltar detrás de unos barriles. El humo me nubló los ojos y mi garganta comenzó a arder. Cuando me regresó la facultad de ver, sólo distinguía manchas. Enseguida perdí el conocimiento.

***

La oscuridad se había desvanecido y reinaba un cielo azul.

Me incorporé para saber dónde estaba, pero una mano me lo impidió. Escuché unas extrañas palabras cuando me volví a tumbar. Entonces percibí que me encontraba sobre una tabla recubierta de paja. Busqué al dueño de aquella mano y me topé con un hombre joven, con barba de tres días y amable faz.

-¿Dónde estamos?

Con acento extranjero, me respondió:

-Bienvenido a The Devil’s.