XVIII Edición
Curso 2021 - 2022
Toca pensar
Pablo de la Lastra, 15 años
Colegio Tabladilla (Sevilla)
Cuando salgo de bares con mis amigos, cuando como con ellos en un restaurante e, incluso, cuando charlamos entre nosotros, hay música de fondo (unas veces la aportan los locales comerciales y otras nuestros móviles y altavoces). Este mundo está repleto de ruido, vivimos con un constante alboroto de fondo, una “música ambiente” que muchas veces no hemos pedido ni queremos oír. Parece que nos diera miedo el silencio, disponer de un tiempo para reflexionar.
Quizás el ruido tenga que ver con la tendencia de los jóvenes a estudiar exclusivamente lo que los profesores nos han impartido, sin ir más allá. No somos capaces de tomarnos un tiempo para pensar, porque damos por hecho que lo que dice el profesor es así, tal cual nos lo cuenta. Claro que en algunas asignaturas no hay que darle más vueltas, pues lo explicado no tiene mayor trascendencia, pero en otras sí.
Para dejar poso es necesario que reflexionemos acerca de aquello que nos rodea, que nos formulemos preguntas ante los acontecimientos cruciales. Cuando uno sabe más acerca de un tema, surgen nuevas dudas que alimentan las ganas de seguir aprendiendo. Y si el silencio lleva al pensamiento, este nos exige leer y escoger aquello que leemos, para hacernos menos manipulables.
Hace unos días leí: <<Al que pueda ser sabio, no le perdonaremos que no lo sea>>. Los adolescentes que contamos con tantas oportunidades, estamos obligados a esforzarnos por ser cultos, a reflexionar sobre todos los temas que nos ocupan, no solo aquellos que nos gustan. Está claro que cuesta mucho esfuerzo, pero formamos parte de este mundo, donde se espera que tomemos decisiones.
Cuando pido una opinión entre un grupo de personas, suelo atender al que considero más listo, mejor preparado, porque la sabiduría abre más puertas que la ignorancia. Consultar con la almohada es imprescindible, interrogarnos sin miedo a las respuestas, aunque sean leña que alimente el fuego del insomnio nocturno.
Decía Chesterton que a cada época la salva un pequeño puñado de hombre que tienen el coraje de ser intelectuales