VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Un buen amigo

Carla Carreira, 15 años

                 Colegio Ayalde (Bilbao)  

Eran casi las dos de la madrugada. Estíbaliz estaba sentada en el coche de Julen, su novio. Aunque salían desde hacía un par de semanas, no fue hasta esa noche que ella se dio cuenta de lo poco que le gustaba. Entre otras cosas, porque el chico no era del todo sincero y Estíbaliz lo sabía. Además, Julen era tres años mayor y se notaba en muchos de sus comportamientos.

El interior del automóvil estaba a oscuras. Solo las farolas de la calle permitieron a la pareja observar aquel aparcamiento desierto. En el rostro de Julen se planto una sonrisa rijosa: sus intenciones estaban muy claras.

Estíbaliz se removió inquieta en el asiento cuando el joven se acercó a ella y finalmente le besó. Pero Julen quería más, aunque su novia no estaba dispuesta a dárselo. Por esa razón, cuando trató de propasarse, Estíbaliz reacciono bruscamente bajándose del coche y dando un portazo que por poco descoyunta el espejo retrovisor.

El chico también salió al aparcamiento. Con una mueca de asco en la cara le espetó a su "amada":

-¡Eres una estrecha! Estoy harto de que me marques los tiempos, de que me obligues a ir despacio.

Estíbaliz abrió la boca para replicarle, pero Julen la interrumpió, levantando la mano:

-Te voy a dar un consejo: si sigues tan "puritana", ningún tío querrá estar contigo.

Se subió al coche y la invitó a hacer lo mismo para llevarla a casa, pero Estíbaliz giró sobre sus pies y le dio la espalda mientras Julen vociferaba. Segundos mas tarde, el chico pisó el acelerador y la dejo sola en medio de la nada.

Estíbaliz caminó por la carretera hasta llegar a un pequeño pueblo, en el que todos los bares había echado el cierre. Por suerte, encontró una cabina telefónica. Inmediatamente le vino un numero a la cabeza, el de su mejor amigo. Sonaron un par de pitidos y una voz somnolienta le contestó al otro lado de la línea:

-Mhh... ¿si?

-Soy Estíbaliz... ¿Podría pedirte un favor?

-Depende del favor

-¿Me podrías venir a recoger?

Una hora más tarde, Gaspar estaba junto a la cabina, estrechándola en un abrazo.

-Vámonos.

La guió hacia su coche.

“Esto es una amigo. Lo demás, tonterías”, pensó Estíbaliz mientras se adormecía con el rugido del motor.