XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

Un deporte base sin
mucha base 

Eduardo Moreiro, 17 años  

              Colegio Mulhacén (Granada)  

Insultos, peleas y mal ambiente general reinan en las categorías infantiles y juveniles de algunos deportes. Por desgracia, la violencia aparece en torno a ciertos eventos deportivos, independientemente de la repercusión que tengan. En España, el fútbol base (aquel que juegan los más pequeños como posible cantera de categorías superiores) es el que más disgustos proporciona por la falta de educación y principios de alguna gente.

Después de haber participado en eventos de este tipo durante años, he descubierto que los mayores problemas dentro de las competiciones de fútbol no los suelen ocasionar el árbitro ni los jugadores, sino los acompañantes de estos últimos, que presencian el partido con una tensión injustificada. La conducta mostrada por ciertos padres puede llegar a ser muy negativa.

Algunos partidos no se calientan en la hierba o por las decisiones arbitrales, sino por las innumerables intervenciones de los padres (comentarios, órdenes a los propios jugadores, reproches al entrenador o a quienes arbitran...). Quizás la primera medida de todas para mantener la calma y la deportividad, la deba de tomar el propio jugador: una llamada de atención a un adulto por parte de su hijo podría hacer que despertara el sentido de la responsabilidad, aunque quizá sea mucho pedir si tenemos en cuenta la edad de quienes se encuentran en el campo de juego.

Por otro lado, los entrenadores deberían adoptar un papel conciliador. Además de indicar a los suyos una táctica o una serie de jugadas, deberían inculcar ciertos valores fundamentales: respeto al rival, control de las emociones provocadas por el juego, compañerismo, saber ganar y saber perder… Lejos de lo que, por desgracia, instan desde la banda algunos padres presos de la ansiedad (odio, venganza y violencia).

Si no se detiene esta deriva, serán necesarias ciertas decisiones de carácter oficial, como la imposición de órdenes de alejamiento a centros deportivos a la gente que siga firme en su conducta indigna, así como una mayor protección a quienes se encargan de arbitrar, pues sufren los peores tratos de muchos aficionados.

Todos tenemos un papel y una responsabilidad en torno a la práctica del deporte, ya seamos participantes, árbitros o espectadores. Debemos adecuar nuestro comportamiento a lo que se espera de nosotros, para que nuestro ejemplo anime a la gente a actuar de la misma forma y, por supuesto, debemos convertir en intolerables los casos de violencia, notificándolos a la policía cuando sea necesario.