VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Una gran amistad

Judit Serra, 15 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

Yo estaba sentada en el columpio de delante de casa. Me encontraba triste.

El coche encendió el motor. Ya no se podía echar atrás. Antes de entrar, me dijo que me escribiría con frecuencia, que no se olvidaría de mí. Yo no le dije nada.

Las lágrimas me resbalaban por las mejillas. Me acerqué a ella y le mostré dos pulseras iguales echas por mí. Le dije que se quedara una y así, cuando la viera, le vendría mi recuerdo. Me dio un fuerte abrazo. Después garabateé una media sonrisa.

Me dijo:

-Sé que esta despedida no es el final de nuestra amistad.

Entró en el coche rápidamente porque llegaban tarde al aeropuerto.

Se marchó.

Conseguí superarlo. Aunque pasaron seis meses, me parecía que mi amiga llevaba un año en Edimburgo.

Nos escribíamos con frecuencia. Ella me contaba lo que hacía en aquella ciudad lejana y yo lo mucho que la echaba de menos. A los ocho meses volvió. La recibimos con entusiasmo e hicimos una fiesta para celebrarlo a la que invitamos a mucha gente. Cuando recogimos, me pidió que me sentara un momento en el sofá junto a ella. Me miró con rostro preocupado, lo que me extrañó.

-¿Qué no te ha gustado la fiesta?

Ella me dijo que la celebración le había gustado mucho y que había disfrutado. Después me anunció que le habían dado una beca para trabajar en Escocia. Si la aceptaba, se tendría que quedar allí.

Me quedé hundida, pues pensaba que ya no se volvería a marchar. Eché a correr y me encerré en mi cuarto.

Al día siguiente, después de una larga noche pensando en sus planes profesionales, le dije que perdonara mi reacción porque si yo lograra una beca, también la aceptaría. Me miró sonriendo.

-Gracias por comprenderlo. No dudes de que te vendré a ver.

Se quedó aquel fin de semana y el domingo por la noche se fue. Yo estaba contenta porque ella también lo estaba.