VII Edición
Curso 2010 - 2011
Una mirada hacia el pasado
Inmaculada Linares, 15 años
Colegio Sierra Blanca (Málaga)
Avergonzada, agachó la cabeza. No quería encontrarse nunca más con aquella expresión furibunda. Pero el orgullo pudo a la vergüenza: levantó los ojos y ambas miradas se encontraron de nuevo. Se notaba la tensión en el aire, y que las dos mujeres estuviesen en posición defensiva no mejoraba la situación. Madre e hija enfrentadas de nuevo.
-¿Cuántas veces te he dicho que me dejes tranquila?- gritó.
-¡No me hables en ese tono, Valeria! -exclamó su madre.
-¡Déjame en paz!
Subió las escaleras de dos en dos, entró en su habitación y, con un enérgico movimiento, dio un portazo. Corrió a refugiarse en su cama y se puso a llorar.
Su madre siempre se comportaba de una manera hiperprotectora que Valeria tanto odiaba. Siempre estaba espiándola. No la soportaba más.
Hecha una furia, cogió un voluminoso cojín y lo empotró contra la estantería. De repente, una caja cayó con estrépito al suelo. Extrañada se acercó a ella y la cogió con intención de tirarla, pero cuando se dirigía a la papelera sopló el fino velo de polvo que la cubría, la examinó con curiosidad y en seguida cayó en la cuenta.
-¡Mi baúl de los tesoros!... – balbuceó.
Apartó la tapa, temerosa de que fuese solo un sueño. Entonces comenzó a observar cada uno de aquellos objetos minuciosamente conservados: un pequeño broche que nunca llegó a entregarle a su madre, su primer diente, un dentífrico con sabor fresa y a medio gastar...
Se encontró con recuerdos bonitos y otros dolorosos. Pasó la tarde recordando sus días pasados.
-¿Cómo pude olvidar todo esto? – se hizo un reproche.
Iba a cerrar la caja cuando un pequeño álbum se escurrió de sus manos. Lo abrió y se sorprendió al encontrarse con una chiquilla sonriente, ajena a todo excepto a sonreír a la cámara.
Empezó a pasar las fotos con curiosidad y nostalgia, hasta que volvió a ver a esa niña sumida en un profundo dolor ante la pérdida de un ser querido.
Cerró bruscamente el álbum y lo lanzó lejos. Y lloró por la niña que había sido, por la pérdida de esa persona que tanto había significado, y lloró por su madre.
Y es que su madre había sabido mantener la cabeza firme para que ella, Valeria, pudiese soportar el desgarro de perder a alguien querido.
- Papá…- se le quebró la voz.
* * *
Eran las doce y media de la noche. Raquel seguía despierta, recostada en la cama con los deberes que trataba de adelantar. Estaba tan concentrada que cuando oyó el chirrido de la puerta, se asustó. Levantó la vista y descubrió una cabeza que se asomaba.
-¿Valeria? – preguntó extrañada de verla despierta a aquellas horas.
-Mamá...
Tras una breve vacilación, su madre se acercó a la cama y se sentó en el borde.
–Yo quería… -a Valeria se le notaba nerviosa–. Lo siento; me he portado fatal contigo… - no pudo soportarlo más y entre lágrimas se le abrazó con fuerza.
-Tranquila –dijo Raquel, correspondiendo a su abrazo.
En ese momento, el lazo que las unía se hizo más sólido.
Se intercambiaron una mirada con la que supieron, sin necesidad de palabras, que los malos momentos podrían unirlas.