VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Una nieta así

Inés Casado, 15 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

El edificio presentaba, al mismo tiempo, un aspecto moderno pero austero. Los jardines bien cuidados que lo rodeaban, transmitían una sensación de formalidad al conjunto. Una verja lo distanciaba de la calle y del tránsito, y un cartel en la puerta permitía saber quién vivía allí. Estaba escrito: “Residencia de la Tercera Edad”.

Como cada miércoles, la joven se encaminó hacia la puerta de entrada sin muchas ganas. “No cuesta tanto, es solo una vez por semana”, se repetía para consolarse.

En el interior, sin embargo, reinaba la alegría. Los días de visita eran esperados con ansiedad por todos los ancianos, entre los cuales destacaba uno. Sobresalía por su calma, por una alegría especial expresada en sus ojos chispeantes y por su aspecto arreglado. El escaso pelo que aún tenía, estaba bien peinado y engominado. Vestía un traje de chaqueta y lucía unos zapatos lustrosos.

-Hoy viene a verme mi nieta -presumía emocionado mientras paseaba por los pasillos, esperando su gran momento.

-Es curiosa tu alegría semana tras semana, a pesar del poco caso que te hace esa niña -le contestó una abuelita postrada en su silla de ruedas.

Haciendo caso omiso del comentario, se encaminó hacia la entrada para recibir a su visita. Esta vez, la joven tardó menos de lo habitual en “deshacerse” de su abuelo. Estaba ya cruzando la valla de salida cuando una voz la detuvo:

-Tú; espera un momento.

Sin volverse, pudo reconocer al conserje del edificio. Con cara malhumorada se giró para contestarle:

-Perdóneme, pero tengo mucha prisa. Ya sabe, la vida del estudiante es muy dura.

Una sonrisa de tensión apareció en el rostro del hombre, que solo pudo murmurar:

-Debes saber una cosa: ayer, a tu abuelo José le diagnosticaron un cáncer mortal. A pesar de todo, continua manteniendo su sonrisa para agradar a cuantos vivimos a su alrededor.

La muchacha se sorprendió a sí misma: por primera vez sus mejillas se empapaban de lágrimas de compasión.

No tardó en reaccionar. Entró corriendo en la residencia para buscar a su abuelo. Lo encontró en medio del pasillo, hablando con un grupo de residentes. Antes de acercarse, aún pudo escuchar lo que les estaba contando.

- ¿Habéis visto qué nieta tan maravillosa? Doy gracias a Dios por tenerla.