VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

Una parte de mí

Patricia Montilla, 17 años

                   Colegio Zalima (Córdoba)  

El violín, ese pequeño instrumento que ha tenido tanta importancia a lo largo de los siglos, es como una parte de mí que me está acompañando en el camino de la vida.

Soy de esas personas que tienen la música muy presente y la viven día a día. Necesito tenerla siempre cerca.

Gracias al violín, a la música, soy la persona que soy: una chica que no tiene tiempo para holgazanear, que cuando puede lo aprovecha al máximo, siempre de un lado a otro, sin parar, intentando poner buena cara hasta en los momentos más difíciles.

Una canción dice que somos el resultado de lo que hemos vivido, que las decisiones y los caminos que tomamos van marcando nuestra vida. El violín es responsable de todas mis transformaciones, por lo que me considero una persona con suerte, que he tenido los pasos en mis manos y los he seguido por elección.

Si pusieran un violín en una sala y la gente entrara, en cada cual se despertaría un sentimiento; algunos verían un instrumento precioso, otros algo caro o, simplemente, insignificante. Cuando tocara mi turno, el violín me recordaría infinidad de canciones, momentos esperados después de horas de esfuerzo que se viven con un disfrute muy grande, personas muy valiosas que me han ayudado y a las que a día de hoy no puedo olvidar… Me recordaría a mí misma a lo largo de los años. Aún me río recordando los viajes en autobús llenos de risas y de cantar hasta quedar roncos, mientras unos pocos intentaban dormir o cuando al acabar un concierto, reírnos porque nos habíamos inventado una parte, aunque solo nosotros lo hubiésemos notado.

El violín siempre me ha acompañado y, es cierto, me ha exigido mucho esfuerzo, algo que pocas personas pueden decir, pues infinidad de veces la opción de retirada es la más cómoda ante la complicación que va aumentando con los años. Yo sigo en mis trece, pues es algo grande lo que consigo y me hace muy feliz, lo que no quita que tenga que comer rápido para salir corriendo a clase, o que los sábados me levante temprano para pasar horas sentada frente a las partituras, o que coleccione montones de risas, viajes compartidos llenos de bailes, conciertos, horas, horas y muchas horas de música. Y no me arrepiento en nada. De hecho, podría decir que mi violín es mi pequeño diario.