XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

Una quinceañera
no tan tradicional 

Ariana Esthefany  Manrique, 15 años

Colegio Nuestra Señora del Pilar (Arequipa, Perú)

En Perú, antes del covid eran frecuentes los quinceañeros, fiestas para adolescentes que muchas veces perdían su esencia y su trasfondo. Esta costumbre se remonta a las pasadas culturas precolombinas. En México, por ejemplo, se realizaban aquellas celebraciones, que tenían un significado trascendental: celebrar el cambio de etapa cuando una niña cumple quince años y  pasa a ser una mujer, de modo que entra a la vida adulta. El padre la presentaba a la sociedad mediante una colosal celebración, con un protocolo extravagante. 

La costumbre se ha extendido por todo el Contiente. A lo largo de los años, el deseo de tener un quinceañero se convirtió en la obsesión de muchas chicas. Pero, como decía,  antes de la pandemia se había perdido el verdadero significado de esta fiesta, que era una competencia sin igual, en la que lo más importante era el tamaño y el lujo del local, la calidad del catering, la originalidad de la temática que aparecía en la invitación y el vestuario de la quinceañera, que implicaba dos mudas: un vestido largo y pomposo como el de Cenicienta para la entrada en el lugar y la primera parte de la ceremonia, y después un vestido corto para el resto del ceremonial. Los invitados tenían que ser numerosos, sin importar el grado de relación con la celebrante y su familia. En fin, aspectos superficiales, pues lo más importante es que la protagonista de la fiesta se sienta a gusto con las personas que la acompañan en tan bonito acontecimiento. 

Pero llegó la pandemia y el gobierno declaró una inmovilización total por casi dos años. La industria que trabaja el mercado del quinceañero se vio sin demanda, de forma que no devolvieron el dinero de quienes estaban a la espera de celebrarlo. Pero fue un tiempo importante para reflexionar sobre el verdadero significado del quinceañero.

En ese segundo año de la pandemia cumplí quince años, y a causa de las restricciones sanitarias solo pude compartir un almuerzo con mis padres, mis padrinos (que vinieron de Lima), mis familiares y mis amigos más cercanos. Como no deseaba un vestido pomposo o tradicional, con el que no iba a sentirme cómoda, me diseñaron uno bien hermoso y de acuerdo a mi personalidad, sencillo, sobrio y cómodo, pues… ¡tenía bolsillos! En aquella pequeña e íntima celebración, lo pasé muy bien con las personas que más aprecio. Mis padres me brindaron unas palabras desde lo más profundo de su ser, una carta que tengo la costumbre de leer de cuando en cuando, para sentirme agradecida por los padres que Dios me ha dado y por haber viajado a España con Excelencia Literaria, pues desde pequeña había alimentado la ilusión de viajar en vez de celebrar mi quinceañero.