XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Viajes al pasado

Sofía Daley, 14 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

Eva entró en el bar de la estación para tomar algo. Le quedaba aún media hora hasta que llegara su tren y quería escapar del viento que castigaba los andenes vacíos. No había nadie en el bar aparte de un camarero que limpiaba las mesas y que cuando entró, la miró. Eva notó que el camarero tenía aspecto cansado, con arrugas invisibles que a ella le parecían de muescas de preocupación y dolor.

Se sentó en una silla de plástico, junto a la mesa medio coja del fondo del bar. Pidió un café y el camarero se lo trajo al cabo de unos minutos. Cuando acercó la taza a su boca, no pudo evitar un leve temblor en la mano. Estaba nerviosa, pues dejaba la ciudad para escapar de un montón de recuerdos amargos. Necesitaba pasar página.

Nada le había ido bien desde el día en el que su madre decidió abandonar a su marido y buscar un mejor partido. Desde entonces Eva no había visto a su padre, pero aún se acordaba un poco de él, de los juegos en los que le hacía participar cuando tan solo era una niña. Él le decía que, en realidad, era un extraterrestre. <<O te lo terminas todo, o me vuelvo a mi planeta>>, la amenazaba entre risas cuando no se terminaba la comida. La pequeña Eva, preocupada por perderle, comía a toda velocidad.

Pero se trataba de memorias borrosas; habían pasado muchos años.

Tras dejar a su padre, había tenido que aguantar a las consecutivas parejas de su madre, cada cual peor que la anterior.

Las preocupaciones habían dejado que se enfriara su café. Decidió pedir la cuenta.

El camarero le llevó el tique a la mesa y se fijó en el café casi intacto.

Le sorprendió la cicatriz que aquella muchacha tenía en la mano. Era como la de una niña que llevaba clavada en la memoria.

-No se ha terminado el café -le dijo.

-Es que se me han ido las ganas.

-Pues o te lo terminas o me vuelvo a mi planeta.