XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

Viviré por ti 

Laura Sánchez Jiménez, 17 años

Colegio Senara (Madrid)

A pesar de que aún soy una adolescente, sé qué significa que el mundo se te venga encima y no encuentres el modo de frenarlo. Todo, absolutamente todo, se desmorona en un instante. Y duele el espíritu. Y se rasga el corazón. Y se llena todo de interrogantes. Y de ausencia. Y de silencio.

Fue a principios de diciembre de hace unos años, una tarde en la que la Navidad se presentía por las calles. Como en mi casa había gran tensión por la situación de salud tan delicada en la que se encontraba mi madre, me había acercado a la de una amiga con el propósito de distraerme. Pero no lo conseguí, al menos no del todo, pues desde hacía meses llevaba el teléfono siempre a mi lado por si me tenían que dar alguna noticia. 

Me sobresalté al escuchar el timbre del móvil. Una, dos veces. Era mi padre, que con la voz empapada en tristeza me anunciaba que mi madre acababa de fallecer. Me quedé inmóvil durante unos instantes, hasta que escuché el golpe del teléfono contra el suelo. Los ojos me ardían y se me había acelerado la respiración. Por más que me hubiera preparado para aquel desenlace, llegado el momento me faltaron fuerzas para soportarlo.

Al llegar a casa busqué rápidamente la mirada de mi padre. Este, al verme, me abrazó y me besó la cabeza, y entre susurros me prometió que estaríamos bien y que, cómo en muchas otras ocasiones, saldríamos adelante todos juntos. Durante los siguientes días no tuve fuerzas para salir de la cama. En cada pensamiento encontraba la imagen alegre de mi madre, pues así era ella, una persona de sonrisa fácil, luchadora y trabajadora. Fue muy doloroso que se fuera tan pronto, más eso me hizo ver que en la vida estamos de paso y que tenemos que hacer muchas cosas buenas en servicio de los demás. 

A pesar de que han pasado varios años desde aquello, sigo echándola de menos. Creo que nunca dejaré de hacerlo. Más he conseguido volver a sonreír al recordarla, pues comprendí que a ella no le gustaría que me encerrara en mí misma. Sé que le gusta que persiga mis sueños, que venza mis miedos, que arriesgue… y que no la olvide. Y aunque me duela su ausencia, debo vivir la vida que deseo y tener presente a aquellos que ya no están.