VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

¿Y si...?

Almudena Outeda Rodríguez, 16 años

                 Colegio Senara (Madrid)  

Había llegado el momento.

A medida que el pomo avanzaba, unas cuerdas invisibles iban apoderándose del estómago de Carmen. Lo apretaban, lo estrujaban sin compasión.

¿Y si….?

No podía pensar eso. No podía dejar que saliera de su rincón. Si lo hacía, ya no habría vuelta atrás. Debía ser valiente, confiar… Además, todos se lo habían prometido. Tenía que ser verdad.

Pero…, ¿y si…?

Carmen comenzó a mirar a su alrededor, presa del pánico. El picaporte había terminado de girar y la puerta empezaba a abrirse. No quedaba mucho tiempo. Debía serenarse, parecer normal. No era tan difícil. Todo el mundo los tenía, ¿por qué ella no?

La puerta se abrió. Ya no había salida. Había llegado la niña nueva.

Toda la clase levantó la vista para observar a su nueva compañera.

La prueba de fuego.

Veinticinco pares de ojos la recorrieron. De pie en la puerta, aún se recuperaba de su conflicto interno. Carmen contuvo la respiración, esperando que no viesen en ella lo mismo que los anteriores, que la historia no se repitiese. Rogó que la aceptasen cómo a una más. Suplicó que alguna quisiese ser su amiga.

Pero las alumnas no vieron nada extraño. Sólo a una niña normal, como cualquiera de ellas, y una amiga en potencia.

Nadie se fijó en la ausencia de brillo en sus ojos negros, unos ojos que ocultaban un horrible secreto: el martirio que había sufrido Carmen a manos de sus antiguos compañeros. Sin ningún motivo, habían decidido hacerla blanco de sus crueldades y la maltrataban sin piedad, de cualquier forma y con cualquier motivo, mellando lentamente su autoestima. Poco a poco, paliza tras paliza, sus ojos se volvieron cada vez más tristes y vacíos.

Una de las niñas sonrió, invitándola a sentarse a su lado.

Una herida se curó en el fondo de Carmen. Se había cicatrizado con esa sonrisa. Comenzó a cerrar todos sus miedos y recuerdos. Y por primera vez en mucho tiempo, una luz brilló en sus ojos al volverse a sentir querida.