XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

A través de las camaras 

Mónica De las Rivas, 15 años

Colegio Ayalde (Vizcaya)

Como todas las mañanas, Jose estaba sentado en su silla. De cámara a cámara revisaba la seguridad del metro de Bilbao, aunque en su pensamiento anhelaba el momento de volver a su hogar junto a su familia. Había perdido la cuenta de las horas que llevaba en aquel pequeño despacho. Cada día seguía una misma rutina: se levantaba cuando todavía era de noche, tomaba un café en un bar junto a su mujer para, a continuación, acudir directamente a su trabajo.

Observó a través de las cámaras de seguridad cómo las personas caminaban por los andenes.  Se fijó en una señora que se dirigía con sus dos hijos hacia la línea 10, y se percató de un brazalete dorado que llevaba en la muñeca. Era de oro macizo y en el centro del brazalete pudo ver unas pequeñas piedras rojizas. De repente, la señora miró bruscamente hacía la cámara y sonrió. Jose se quedó extrañado pero lo dejó pasar y después de que aquella mujer se montase en el tren, saltó con los ojos de monitor en monitor, para ver cómo la gente se iba alejando hacia la calle o hacia las diferentes líneas de metro.

***

A las siete de la tarde Jose por fin acabó su turno. Estaba agotado; lo único que le apetecía era descansar. 

Al llegar a casa, se encontró con un agente que le esperaba junto a su puerta. Era alto y robusto. Pensó que se trataba del tipo de policía <<que en cuanto lo ves por la calle, aceleras el paso>>. El hombre le preguntó acerca de un brazalete dorado con rubíes incrustados. Por lo visto, lo habían robado en el metro a una pasajera. Era una pieza muy valiosa.

Jose se quedó sin habla, pues por la descripción del agente, era el mismo que llevaba aquella mujer que pasó por una de sus pantallas. 

Decidió contarle lo que había visto a través de las cámaras, pero el policía no pareció convencido de que aquella historia fuera verdadera. Le pidió que lo acompañara a revisar el sistema de seguridad. Las grabaciones revelarían si lo narrado era cierto.

Al rato, Jose se quedó boquiabierto, pues en ningún momento de la cinta aparecía la señora que él juraba haber visto. El agente, escamado, le pidió que se vaciara los bolsillos. Cuando Jose fue a mostrarle que no llevaba nada, noto que en uno de sus bolsillos traseros del pantalón estaba la joya.

La angustia le recorrió todo el cuerpo. No entendía cómo pudo llegar el brazalete a su bolsillo. Aún más; no comprendía cómo la mujer había podido acercársele. Jose tenía que pensar en qué decirle al policía para que no lo detuviera. No tenía escapatoria; así que decidió declararse culpable.

En comisaría, se sentó ante el jefe de la policía, que le pidió que mostrará el objeto robado. Jose metió la mano en el bolsillo; no podía dejar de temblar. Tomó la joya y la sacó de un tirón, desgarrándosele el bolsillo. El comisario le pidió  al  policía que se levantase para identificar el objeto. El agente, al mirar la pieza de cerca,  se dio cuenta de que no era  el objeto  robado. 

El comisario levantó la voz y le preguntó al guardia del metro:

–¿Está  de broma? ¿Porque nos ha engañado haciéndonos pensar que tenía el brazalete?

Jose, aturdido, no entendía lo que estaba sucediendo, pero de repente le llegó un recuerdo: la misma mañana de los hechos, su mujer le había pedido que llevara aquella pulsera a una joyería para que  le arreglasen el cierre.  Entonces  todo le cuadró. La mujer del metro había sido una alucinación a causa de su cansancio