XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

Al amanecer

Javier Perera, 16 años

Colegio Montesclaros (Madrid)

La sirena retumbó en sus oídos, despertándolo de un ligero sueño. La noche anterior habían salido de maniobras y estuvieron hasta tarde practicando un asalto nocturno a una base fortificada.

Abrió los ojos mientras se incorporaba en la litera. Se percató del jaleo que había a su alrededor: sus compañeros ya estaban en pie; algunos terminaban de vestirse, otros se ataban botas de combate.

Aturdido por el sueño, se apresuró a ponerse el uniforme militar. A lo lejos escuchaba los inconfundibles disparos de los fusiles montados Vamtac. Esto le hizo darse cuenta de que estaban siendo atacados por el enemigo.

Salió con sus compañeros al pasillo y, uno a uno, cogieron sus rifles. También se pusieron el chaleco portaplacas y un casco blindado. Una vez en el exterior, vio que aquello era un completo caos. Los jefes de pelotón lanzaban órdenes de combate para organizar a las tropas. A lo lejos, en la colina situada frente a la base de Mazar-I-Sharif, se distinguían en la oscuridad los fogonazos que provocaban los insurgentes.

Se apresuró a seguir las instrucciones de sus superiores y, junto a los suyos, se dirigió a la trinchera sureste de la base, la más cercana al asalto. Desde el foso, tuvieron que contener el fuego enemigo. A través de la mirilla no era capaz de distinguir dónde se escondían los asaltantes, así que no le quedó otra opción que apuntar en la dirección que marcaban los pequeños estallidos.

El silencio no volvió a adueñarse del valle hasta unas cuantas horas después. Los disparos nocturnos se habían acabado. En el horizonte, los primeros rayos de sol anunciaron un nuevo día.

Agotado, agradeció la orden de abandonar la trinchera para inspeccionar la colina en la que había estado apostado el enemigo. Le desagradó el panorama de los cuerpos sin vida de los insurgentes. Contó en torno a cincuenta fallecidos, muchos de ellos jóvenes combatientes, menores de diecisiete años. Apartó la mirada una y otra vez, acuciado por unas lágrimas amargas. Pensó en lo diferente que hubiese sido el destino de aquellos chicos si hubieran nacido en su mismo país.