XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Ante el espejo

Bárbara María Ruiz Lucini, 18 años

                 Colegio Senara (Madrid)    

Se cepillaba el pelo con los ojos clavados en las puntas rotas. De cuando en cuando sus cabellos caían sobre el lavabo. Se sentía incapaz de levantar la vista para no verse reflejada en el espejo. Si elevara los ojos, sabía que lanzaría el cepillo para romperlo. No es que no le gustase su aspecto; no le gustaba su comportamiento: era una mala hermana.

Se sentía culpable por no haber entendido las señales de socorro que le había enviado su hermano pequeño, muy similares a las que había enviado ella unos años atrás.

Había visto cómo él había empeorado su comportamiento. Pasó de ser un niño fuerte y con hambre de independencia, a hacerse como un bebé que rompía a llorar y evitaba cualquier tarea o responsabilidad. Intentó recordar una buena palabra que hubiesen intercambiado en los últimos quince días, pero solo recordó gritos, reproches, correcciones con malos modos, lágrimas e insultos.

Hacía un mes que un compañero de su hermano llegó a clase para recoger sus cosas. No volvió al colegio. Un grupo de niños le habían acosado sin descanso, hasta que el pequeño no pudo más. Ella sabía que el curso anterior su hermano intentó ser admitido en aquel grupo, pues uno de sus amigos había entrado. Eran los fuertes, con los que nadie se enfrentaba. Adela sabía qué significaba aquello, lo atractivo que resultaba pertenecer a la pandilla dominante de la clase. Cuando tenía la edad de su hermano, en su clase hubo un grupo parecido. Intentó llevarse bien con ellas, pero el resultado fue el mismo: la ignoraron, hasta que aquella pandilla de matonas necesitó un blanco para sus malos tratos.

Su hermano necesitaba apoyo y de ella solo recibía desprecio… No había comprendido qué le pasaba hasta que la noche anterior el pobre explotó y lo contó todo. Así que Adela se echaba en cara no haberse interesado, durante los últimos meses, por los problemas de quien más sufría en su hogar.

Al fin se atrevió a levantar la vista y enfrentarse con su imagen. Las cosas tenían que cambiar.