XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Bajo tierra

Pedro Osorio, 14 años

                  Colegio El Prado (Madrid)    

Al bajar al metro me percaté de que me estaba quedado sin batería en el móvil. Consciente de que faltaban doce paradas hasta llegar a mi casa, donde podría cargarlo, me sentí desesperado, pues estoy acostumbrado a entretener mis viajes con juegos, mensajes e internet.

Por un momento, cuando llegó el tren, me tranquilicé confiando en que me sentaría junto a la ventanilla para ver el paisaje. Pero enseguida caí en la cuenta… ¿qué paisaje puede haber en un túnel?

En frente de mí había un matrimonio de unos setenta años. Se les veía contentos. El marido anotaba algo en su libreta mientras miraba a su mujer y le lanzaba una sonrisa. Supuse que se dirigían a la casa de uno de sus hijos, dispuestos a cuidar a sus nietos, tal vez porque los padres tenían una cena. Llevaban cinco bolsas; cada una contenía un regalo para cada uno de los nietos. Alguna bolsa era más grande que otra, pero todas habían sido compradas con mucho cariño.

Por los vagones merodeaba un mendigo que iba pidiendo dinero. El mendigo llevaba unos pantalones rotos y un plumífero sin plumas. De calzado, unas botas de agua que le iban grandes. Contaba su lamentable historia a grandes voces: los bancos lo habían desahuciado, estaba en paro, era viudo y cuidaba de una hija de cuatro años a la que apenas podía dar de comer.

A mi derecha había un hombre con un maletín de cuero y un ajustado traje negro, camisa blanca y corbata roja, pelo repeinado y ojos negros. Pensé que acababa de terminar su trabajo en la oficina y que tenía la espalda y los pies doloridos. Iba acompañado por un extranjero, al que le fue explicando la vida cotidiana de nuestro país, en un inglés básico. El extranjero afirmaba con la cabeza sin haber apenas entendido nada.

Y a mi izquierda viajaba una chica de dieciséis o diecisiete años. Me fijé en su pelo negro, los ojos azules y una salpicadura de pecas debajo de los ojos y sobre la nariz. Creí que se dirigía a casa a la hora prevista por sus padres, para cuidar a sus hermanos pequeños. Con cara cansada miraba sus zapatillas mientras escuchaba “The Nigths”, una canción de Avicii.

Entonces me di cuenta de que se me había pasado la parada. Si hubiese tenido batería en el móvil hubiera subido a la calle sin disfrutar del libro abierto que ofrecen los pasajeros del metro.