IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Consecuencias

Irene Otero, 15 años

                  Colegio Alcazarén (Valladolid)  

Una niña salió de su casa. Olvidó al señor Tuiddy y volvió a por él. Insistió en que su madre la llevara al parque, convenciéndola de que acudir a la oficina de correos no era tan importante. La niña encontró junto a los columpios a su mejor amiga, con la que se peleó por quién de ellas iba a obtener el papel de madre en su pequeño juego cotidiano. La niña se manchó su vestido nuevo, por lo que sufrió una pequeña regañina, y se retiró a casa de su abuela, cerca del parque, para cambiarse.

Al mismo tiempo, en la otra punta de la ciudad, Frances se maquillaba para la cita con su novio. Como había olvidado dónde estaba su rimel, perdió unos minutos en su busca. Cuando salió, tuvo la mala suerte de engancharse el pelo en la puerta de su bloque de apartamentos. Recibió una llamada: su novio había sufrido un pinchazo en la rueda trasera del coche. Frances, para matar el tiempo, optó por sentarse en una cafetería cercana. Tras desayunar, decidió comprar un donut para su chico. La dependienta tardó unos minutos en envolverlo, pues estaba muy estresada porque era su último día en la ciudad y tenía que hacer la mudanza. Frances, al percatarse que su novio se iba a retrasar más de la cuenta, decidió utilizar el viejo Seat en vez de coger el transporte público, como él le había pedido.

Y tal vez, solo tal vez, si nuestra niña no se hubiera dejado en casa su muñeco favorito, si no convenciera a su madre para no ir a la oficina de correos, si la regañina hubiese sido más breve, si no se hubiera cambiado en casa de su abuela, si Frances hubiese encontrado el rimel y su novio no pinchara una rueda, si ella no hubiese pasado por la cafetería para tomarse un café y comprar aquel dichoso donut, si la dependienta hubiera dejado sus problemas personales a un lado en vez de acelerarse a cuenta de la mudanza, si Frances se hubiera percatado de la hora para hacer uso del autobús de línea, tal vez, y solo tal vez, el señor Tuiddy no hubiese sufrido un voraz atropellamiento a manos del Seat.