IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Consecuencias

Paula Ellacuria, 15 años

                   Colegio Ayalde (Bilbao)  

Me desperté en una cama que no era la mía, en una habitación poco familiar. No recordaba nada de lo sucedido la noche anterior. Cuando intenté incorporarme, un dolor agudo e insoportable me recorrió la espalda, obligándome a tumbarme de nuevo. Recorrí la sala con la mirada en busca de alguna pista que pudiera ayudarme a recobrar la memoria. Mis ojos repararon en una chaqueta roja con bordados blancos, sutilmente apoyada en una silla. Recordaba muy bien esa chaqueta; mi hermana Laura la había comprado en Grecia durante su viaje de fin de curso, hacía unos años. Me gustaba tanto que solía cogérsela a escondidas cada vez que me iba con mis amigas.

El sonido de la puerta me trajo de vuelta al mundo. Entró en la habitación una chica joven, de rasgos suaves y mirada cálida, que delataba inexperiencia. Llevaba una carpeta debajo del brazo y un vaso de agua. Se detuvo junto a mi cama y empezó a ahuecarme la almohada.

-¿Como te encuentras hoy Beatriz? -me preguntó con voz cantarina.

Reinó el silencio durante unos instantes y, de repente, todo cobró sentido.

Era de noche y estaba en el coche junto a mi hermana. Yo llevaba la chaqueta roja. Nos dirigíamos al cine a ver la última de Clint Eastwood, mi actor favorito, cuando nos abordó un camión.

No tuvimos tiempo de reaccionar. Nos embistió con tal fuerza que nuestro coche quedó destrozado… Después me llevaron a una ambulancia, junto con el cuerpo de mi hermana inerte en una camilla.

Para cuando me quise dar cuenta, estaba llorando desconsoladamente. La enfermera salió de la sala sin hacer más preguntas.

***

Ángela se acababa de graduar en enfermería y había comenzado unas prácticas de verano en un hospital.

-¡Menuda suerte...! El primer paciente que atiendo está como una cabra –pensó con ironía.

Fue en busca del doctor Cormenza, pues ella no sabía cómo actuar. El médico estaba en la cafetería. La joven enseguida le puso al corriente de la situación.

-Creo que la paciente 128 ha tenido otro episodio... Se ha puesto a llorar y a balbucear incoherencias sin motivo aparente –comentó.

-Déjame su historial.

Le entregó la carpeta que llevaba bajo el brazo. En la ficha se leía: “Hospital San Vicente. Servicio de Psiquiatría. Paciente: Beatriz de la Fuente. Edad: 17 años. Diagnóstico: Esquizofrenia Paranoide. Observaciones: Cada día inventa una realidad diferente”

-Hay que subirle la dosis de haloperidol –indicó el galeno.

La enfermera se alejó, dispuesta a obedecer.

-Qué pena –caviló el doctor Cormenza–; otra vida arruinada por el “speed”.

En sus doce años de ejercicio había atendido muchos casos como éste: jóvenes que se dejan llevar por la emoción y el riesgo, sin pensar en las consecuencias de su diversión. Todos pensaron que una dosis es inofensiva. Al final, este es el terrible resultado.