XIX Edición
Curso 2022 - 2023
Diamante Púrpura
Marta Martí, 14 años
Colegio La Vall, (Barcelona)
Sus dedos se deslizaron por el valioso objeto que sostenía entre las manos, una pieza única, de incalculable valor. Pero en cuanto lo levantó, una luz roja inundó la sala y la alarma rompió a sonar, algo que ya tenía previsto. Así que guardó la mercancía en una bolsa y entró en el conducto de ventilación, que le llevaría directamente a la sala del ordenador central.
Había sido una decisión muy inteligente esconder una pieza secreta en los sótanos del Banco de España, tenía que admitirlo. Nadie habría sospechado que en un edificio como aquel existiera un almacén con obras de arte y joyas, a pesar de que miles de viandantes pasaban por las calles que lo rodeaban todos los días, sin ser conscientes de lo que se ocultaba bajo sus pies.
Llegó a la sala del ordenador, desactivó las cámaras y volvió al conducto de ventilación, que conectaba con la sala central del Banco, en la que se dejó caer de un salto.
De la misma echó a correr por el largo pasillo. A lo lejos oía los gritos de los guardias. Estaba cerca de la salida y, como todo buen ladrón de guante blanco, no se iba a rendir con facilidad.
Giró a la derecha, luego a la izquierda y otra vez a la derecha. Conocía el camino de memoria, y tenía perfectamente pensado todo lo que podía salir mal. Pero, de pronto, unas puertas de acero se cerraron ante ella, y de las salas contiguas aparecieron unos cuántos policías armados que la rodearon; no tenía escapatoria.
–¡Pon tus manos detrás de la cabeza! –le gritó uno de los agentes.
Era lo que había esperado que le pidieran. Por eso, en la capucha púrpura de su jersey había colocado un detonador que, al presionarlo, abrió un boquete en la pared. Aprovechó el desconcierto para escapar por el agujero que la bomba había abierto, y desapareció de la vista de los guardias.
Minutos después contempló, orgullosa y a prudente distancia, la multitud que se había arremolinado alrededor de la entrada al Banco de España. Simuló interesarse acerca de qué había ocurrido. Ella no iba a dar ninguna respuesta, para no dejar al descubierto el almacén secreto de la famosa galería. Emma, conocida como Diamante Púrpura, entró en el cuarto de baño de un bar, sacó de su bolsa la Mariposa Azul y la contempló. Era un collar con preciosos diamantes engastados en su cadena, de la que colgaba una lepidóptera de alas azules elaboradas con zafiros de un valor incalculable.
La joya tenía un valor sentimental para ella, ya que formaba parte de su legado familiar, que les fue arrebatado tiempo atrás.
Tan silenciosamente como vino, Diamante Púrpura desapareció por las calles de Madrid.