XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

El círculo de los culpables 

Ana María Moreno, 14 años

Colegio Montesclaros (Madrid)

Habían formado un círculo y se miraban los unos a los otros. El detective trataba de averiguar quién de ellos era el culpable.

Una chica tenía cicatrices en los brazos; un chico, un moretón en el ojo; otro más, una venda en la rodilla. El resto estaban intactos, salvo el que salió peor parado, que se encontraba en el hospital y que había sido el causante de todo. Era un provocador que incitaba las peleas, pero que no aceptaba que tuviese que pagar por ello, hasta que alguien se le enfrentó. Pero el detective desconocía quién era y ninguno de los malheridos era capaz de reconocerlo. O sí.

Los lesionados pensaban en lo injusto de buscar culpables, convencidos de que aquella persona se había merecido la paliza. Además, eran conscientes de que ellos eran los primeros sospechosos del círculo, pues antes de aquellos sucesos aquel tipo ya los había dañado gravemente. Por eso entendían que cualquiera de ellos podría haber actuado por venganza. 

Los que no tenían heridas, declararon que no se encontraban en el lugar cuando sucedió el accidente.

De las sombras de la sala emergió una figura amorfa que se situó en el centro. Con la mano trazó un círculo junto a los pies de los presentes. Al concluirlo, abrió los ojos para clavarlos en el detective, que se mantenía al margen. De seguido cerró los párpados de nuevo y desapareció. El hombre al que había mirado, cayó inconsciente para despertar en la misma sala del hospital donde estaba el herido, del que le separaba una cortina.

El círculo de los culpables sabía de sobra lo que el círculo marcaba. Uno de ellos sacó una cápsula con las pruebas del delito: las hojas de un diario sobresalían entre las demás cosas. En sus rostros se dibujó una sonrisa cómplice. 

Hoy, 1 de febrero de 2010, guardamos esta página en la cápsula del tiempo. Planear una venganza requiere paciencia, y la cápsula no se puede abrir hasta pasado un trecho.

Eso solo significaba una cosa, que los que permanecían en la sala se habían compinchado para darle al herido su merecido.