XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

El ejemplo de la cultura

Rafael Heraclio López, 16 años

                 Colegio Tabladilla (Sevilla)    

Durante varios siglos existió un territorio habitado por musulmanes, judíos y cristianos, donde la cultura floreció hasta niveles inimaginables por aquel entonces. Algunos historiadores dicen que allí llegaron muchos de los libros de la legendaria Biblioteca de Alejandría.

Los musulmanes llamaron a aquel extenso territorio, que comprendía buena parte de España, Al-Ándalus. Aquel tiempo resultó fascinante, no solo por ser cuna de grandes sabios, sino por la heterogeneidad de su población, hombres y mujeres de distintas razas y religiones. Sin embargo, el integrismo de los almorávides, que interpretaron el Corán a su antojo, acabó con buena parte de aquella cultura de intercambio.

La Historia se repite hoy en Iraq, un país que ocupa parte de lo que fue cuna de las primeras civilizaciones. La guerra lo ha sumergido en el caos; los mismos integristas del pasado impiden cualquier relación con otros credos y culturas. Y en un peligroso contagio, su modo tan reducido de ver las cosas se ha contagiado por lo que hoy conocemos como mundo islámico. Su ceguera no tiene que ver con su fe, sino con su afán de poder, piedra con la que desde siempre tropieza el hombre.

Un país se enriquece cuando su población se adapta a sus distintos grupos culturales, cuando entre ellos no hay problemas de entendimiento. De ahí la importancia que tuvo en Al-Ándalus que cristianos, musulmanes y judíos aportaran lo mejor de sus civilizaciones. De este modo nos dejaron desde emblemáticos alcázares hasta hermosos poemas (jarchas, moaxajas...), tratados científicos y la mayor y única escuela de traductores de su época.

Defender un pensamiento propio no impide una simbiosis en la que ganen todos. La cultura, por tanto, no consiste en rechazar a otros, sino en intercambiar ideas.