XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

El firmamento de los amigos

María Rodríguez Cartón, 15 años

                Colegio Orvalle (Madrid)    

Cuántas veces he soñado con poder contar las estrellas, pero sé que es un anhelo imposible. A veces, cuando miro el cielo por las noches, me imagino que cada astro corresponde a una persona, como si representaran a los innumerables habitantes del planeta.

En el colegio estudiamos las constelaciones, que en un mar infinito de planetas, asteroides y otros muchos cuerpos que forman galaxias, se agrupan formando curiosas siluetas y figuras suspendidas en el éter. Como en ellas, cada uno de nosotros somos parte de un entorno familiar, en el que también hay amistades y grupos sociales que nos empujan a comportarnos de una manera u otra. Y como los cuerpos que forman las constelaciones, estamos sujetos a determinadas leyes de la Naturaleza.

Estrellas y amigos tienen cosas en común. Los buenos amigos comparten con nosotros experiencias y aventuras. Si son fieles, en ningún momento nos dejan solos, aunque se vayan de vacaciones o se les agote la batería del móvil. También las estrellas nos acompañan allí donde estemos. Y si un compañero incondicional nunca te utiliza como conejillo de indias, ni está contigo por pasar el rato o por algún interés, para beneficiarse de lo que posees o le puedas aportar, del mismo modo las estrellas tampoco dejan de aparecer cada noche ni cambian de lugar, aunque a veces las cubran las nubes. Y las hay que brillan más intensamente cuanto más negro está el cielo.

En la amistad, como en el cielo nocturno, elegimos personas que, por razones desconocidas, lucen más que otras. Cada persona vive acompañada de amigos, pero entre ellos siempre hay algunos a quienes abrimos más nuestro corazón.