XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

“El Incompleto” 

Daniela Rodriguez, 16 años

Colegio Senara (Madrid)


En una pequeña ciudad de provincias vivía un pintor muy diferente a los demás. Lo llamaban “El Incompleto”, ya que su característica más conocida no era la fama de sus cuadros sino la parte del cuerpo que le faltaba.

-¡Ahí estás! Buenos días -saludó a una ardilla que correteaba por el parque hacia él. Más de una vez la había pintado y siempre que posaba le regalaba una nuez, que el animalito se metía en la boca a pequeños bocados.

Las personas que al pasar lo veían decían que “El Incompleto” estaba mal de la cabeza, pues se sentaba a la sombra de un árbol, colocaba a la ardilla sobre una de sus rodillas, y le narraba cuentos sobre palacios encantados y guerras antiguas, que luego dibujaba en su estudio al caer el sol. 

Cuando no visitaba los museos de su ciudad, a los que acudía una y otra vez, el artista solía sentarse en el parque con su mochila repleta de pinturas y pinceles, con los que elaboraba coloridos  paisajes de cielos verdes y montañas rojas. Tenaz, se esforzaba por conseguir el éxito. Por eso llevaba su mochila allí donde fuera, para llenarla de sueños.

Aun así, no fue capaz de vender sus obras. Su madre y sus amigos no podían entender su fracaso y hacían lo posible para difundir su talento. Incluso la ardilla invitaba a otros animales urbanos para que los vieran pintar.

“El incompleto” se fue haciendo mayor, sin dejar un solo día de visitar el parque. Echaba de menos a la ardilla, que murió muchos años atrás. Lo mismo le pasó a su madre y algunos de sus amigos, que pasaron a mejor vida. Él, consciente del poco tiempo que le quedaba y de todos los cuadros que se acumulaban en su estudio, decidió entregarse a una última obra, la más detallista de todas las que llevaron su firma. Cuando la terminó, al público le costaba diferenciar el resultado de la realidad.

Nunca se hubiera imaginado que aquel lienzo lo convertiría en un artista de fama mundial. Sus obras anteriores vieron la luz, y los tratantes de arte se peleaban por adquirirlas. Un crítico, además, escribió un libro en el que daba a conocer su conmovedora historia, del que se publicaron numerosas ediciones en muchos idiomas.

Y es así como aquella parte de su cuerpo que le faltaba desde un terrible accidente, que amenazó con acabar con su sueño de pintor, además de ser causante de su apodo y de muchas incomprensiones, lo condujo al éxito una vez falleció. En su último lienzo, como si se la hubiesen arrancado, se veían las huellas de su mano ausente.