XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

El interrogatorio 

Paula Moreno, 17 años

Colegio Montesclaros (Madrid)

Lo recordaba oscuro y caliente. Un calor desagradable, nauseabundo. No quería recordar nada más. Estaba traumatizada.

Y pensar que lo único que pretendió fue darle una alegría a su abuela. Pero, por más que procuraba olvidar, la escena se le aparecía una y otra vez: la sorpresa, el terror, la oscuridad, el disparo, el dolor… Y el momento en que lo comprendió todo.

–¿No se acuerda de nada más? – volvió a preguntarle el oficial de policía–. Cualquier detalle podría resultarnos de gran ayuda.

No entendía por qué le hacía tantas preguntas. ¿Acaso no terminaba de comprender que no iba a abrir la boca? Estaba convencida de que nada de lo que dijese era ya importante, pues el pasado no se puede cambiar y, en ese caso, tampoco explicarse.

Deseó no haber atendido la propuesta de su madre. Si no llega a ser por la dichosa merienda, su abuela seguiría viva. Se recriminó por haber acudido sola y a pie. Se recriminó, sobre todo, por haberle hecho caso precisamente a él. ¿Cómo iba a suponer que iba a traicionarla?

De pronto había comprendido que todo se debió a su inocencia. Pero ya había tomado medidas: nunca más confiaría en nadie.

<<Qué habría sido de mí si no hubiese aparecido el cazador...>>.

– Escúchame: sé que no es fácil volver a la escena del crimen, pero cualquier detalle que pudieras aportarnos sería de ayuda para esclarecer los hechos – insistió el oficial.

Caperucita estaba harta. ¡Qué necios le parecían todos!... ¿Por qué se empeñaban en comprender lo que sintió en las tripas oscuras, calientes y nauseabundas del lobo? Así que se volvió y contempló su capa roja, que colgaba del perchero. Quería largarse de allí cuanto antes.