XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

El jarrón de lilas

Esmeralda de la Hoz, 14 años

                 Colegio Iale (Valencia)    

Comenzaba un día más, sin tenerla a su lado. Trataba de animarse al pensar en sus nietos, que habían heredado la fuerza y las ganas de vivir de Elsa.

—Tengo que luchar por ellos –se decía.

Casi un año después, le era difícil asumir la muerte de su alma gemela. Porque todo le recordaba a ella. A la cabeza le venían las largas conversaciones vespertinas en la terraza de la cafetería, junto al paseo del río. Fueron un bálsamo de felicidad, pues desde novios les gustaba sentarse a beber un cortado junto a las jardineras, que en primavera reventaban en lilas. Desde allí contemplaban el ir y venir de la gente por el puente que cruzaba a la otra orilla.

Sus sentidos se esforzaron por rememorar la fragancia de las flores, pero le resultaba de todo punto imposible, como si las hubiese olvidado. Creía que las emociones lo guían todo: nos enamoran, nos unen a otras personas y llenan la vida de momentos de felicidad y de inmenso dolor y tristeza.

¡Se sentía tan solo!

Aquel día, por si fuera poco, se cumplía su aniversario de boda. Hasta entonces, cuando se acercaba esa fecha, se esforzaba por mimarla con un ramito de lilas, la misma flor de la terraza del café, testigos de la intensidad de su amor.

De pronto sonó el timbre. Le costó levantarse de la cama y llegar hasta la entrada. Al abrir la puerta se encontró con que alguien había abandonado en el felpudo un hermoso ramo de lilas francesas, en un jarrón de porcelana fina revestido con un lazo.

Confió en que no fuera una odiosa burla.

Tomó el jarrón y descubrió un sobre. Nervioso, sacó la tarjeta y… se le cortó la respiración.

Su esposa había escrito aquel tarjetón de su puño y letra:

«Aunque te haya dejado, amor mío, y ya no pueda oler tus lilas, deseo que sigas disfrutando de su aroma y belleza al llegar la fecha de nuestro aniversario.

»Te llegarán año tras año, hasta el día en que nadie las retire tras tocar el timbre. A partir de entonces, las colocarán en el lugar en el que reposaremos juntos.

»Gracias por todo lo que me diste. Gracias por todas las veces que piensas en mí».

Dejó el jarrón sobre una mesa y apretó la tarjeta contra su pecho. Sus sentidos volvían a percibir la delicada fragancia de las flores.