XII Edición
Curso 2015 - 2016
El pétalo marcapáginas
Cristina Domínguez, 14 años
Colegio Orvalle (Madrid)
La lectura no era, ni de lejos, la mayor de sus aficiones. María Luisa tenía catorce años y medio, y como la mayoría de las chicas de su edad prefería pasar el tiempo libre escuchando música, pensando en lugares recónditos o salir a divertirse con las amigas.
Pero una tarde las cosas cambiaron. Al salir del colegio subió al autobús, como de costumbre, para regresar a su casa. Iba distraída pensando en todo lo que había sucedido durante la jornada. En una de las paradas se bajó la chica silenciosa que iba sentada a su lado. Iba a arrancar el autobús cuando María Luisa posó la mirada en un libro que se había olvidado aquella muchacha. Se levantó rápidamente, corrió por el pasillo para intentar devolvérselo, pero era demasiado tarde. Pensó que al día siguiente tendría ocasión de verla de nuevo y entregárselo.
Dejó el libro sobre la cama. Sus ojos no dejaban de mirarlo y, movida por la curiosidad, lo cogió entre las manos. De pronto el libro se abrió por una de sus páginas, en la que un pétalo de flor blanca y seca señalaba una frase: «Con las letras se puede componer la más bella armonía». María Luisa se quedó helada. ¿Qué quería decir aquello? Lo cerró y se puso a hacer los deberes, pero su cabeza no dejaba de pensar en el libro.
Cuando terminó sus tareas, sintió la necesidad de volver a abrirlo allí donde marcaba el pétalo. Pero ahora había cambiado de página y la frase que señalaba era otra: «Yo te haré viajar por donde tu imaginación no alcanza». No podía ser verdad que el libro le estuviese hablando. Miró al póster que había en una de las paredes del cuarto: mostraba una playa de arena fina y agua cristalina, casi transparente.
Atraída por una fuerza mágica volvió al libro. El pétalo había vuelto a cambiar de página y señalaba una frase distinta: «Yo seré tu mejor amigo, tu acompañante más cercano». Levantó la vista: ante sus ojos tenía la fotografía de su pandilla, pinchada en el corcho junto con otros recuerdos.
Desde entonces, María Luisa se ha convertido en una lectora insaciable. Pasa horas ensimismada con una novela en su regazo. No ha dejado sus aficiones, pero ha encontrado algo que la colma. Además, como no consiguió encontrar a la chica del autobús, no pudo devolverle el libro, que permanece en su estantería. A veces vuelve a él, pues el pétalo le marca la página donde encuentra una razón para seguir leyendo.