XII Edición
Curso 2015 - 2016
El regalo
José García Neguillo, 16 años
Colegio Tabladilla (Sevilla)
—Mira, Rafa, te cuento… Con eso de que se acerca la Navidad, he pensado hacerle un regalo a Javi, pero mi problema viene a la hora de elegirlo, porque no se me ocurre nada. Ya sabes la relación tan estupenda que tengo con él y me gustaría que no fuera un regalo más. Quiero sorprenderle con algo que le haga especial ilusión, pero eso resulta mucho más fácil de decir que de hacer. Por eso necesito que me ayudes.
—Hombre, la verdad es que tu propósito es un detallazo. Sin embargo, el regalo es lo de menos: lo importante es el cariño que os tenéis.
—Ya, pero entiéndeme… ¿Qué le regalarías tú?
—Un libro.
—¡Anda ya, Rafa! ¡Un libro! Para eso es mejor no regalarle nada.
—¡Qué va! Se ve que no eres muy lector.
—La verdad es que no.
—A ver, escúchame: el que te regala un libro no te entrega simplemente unas cuantas hojas de papel con letras, sino que te está haciendo partícipe de la historia que hay encerrada en esas páginas, para toda la vida. No es igual que una prenda de ropa o cualquier otra cosa material, que se deteriora con el uso o se te queda pequeña. Y tú, que eres inteligente, lo sabes tan bien como yo. Lo bueno de regalar un libro es el buen rato que entregas envuelto, las posibilidades de disfrutar con la historia que atesora en su interior. Dime, ¿qué otro regalo te ofrece esa oportunidad? Sumergirte en un universo de letras, huir de tu ajetreada vida durante unas cuantas horas, evadirte de tus problemas… ¡No sabes lo bien que sienta! Javier estará deseando encontrar huecos para avanzar en la lectura, porque la intriga de conocer el desenlace le arrancará de sus ocupaciones ordinarias. Imagina todo lo que le puedes hacer disfrutar.
—¿Y si te dijera que no he leído un libro desde que acabé el colegio?
Rafa arrugó el semblante.
—Yo que tú, empezaría a buscarle a Javi una novela especial. Adivino que te estarás preguntando cómo puedes hacerlo, ya que no tienes mucha idea de cómo distinguir entre novelas corrientes y aquellas que merecen la pena. Pero no sufras, que es más sencillo de lo que crees: léetelas primero. Como conoces perfectamente los temas que le gustan a Javi, seguro que aciertas. Además, no tienes nada que perder.
—¿Estás seguro de que no voy a morirme de aburrimiento?
—¿Morirte? –lanzó una carcajada-. ¿No sabes que un lector vive mil vidas antes de morir? Sin embargo, el que nunca lee solo vive una.
Se quedaron en silencio.
—Te mentiría si te dijera que no me has convencido. Voy a darle una oportunidad a tu propuesta.
—Qué bien, amigo. Descubrirás que la lectura no defrauda.