IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

El secreto de Sara
Almudena Molina, 16 años

                 Colegio Senara (Madrid)  

Ojos ojerosos, piel suave, mejillas sonrojadas, manicura perfecta y piernas hinchadas. Así era Sara, madre de seis hijos. Siempre corría de un lugar a otro porque nunca tenía tiempo para descansar, para hacer lo que le gustaba. Si algún día parecía que iba a conseguirlo, aparecía algún imprevisto, una nueva tarea, algún compromiso que se encargaba de impedirlo. Pese a todo, ella solía afirmar que la vida no estaba para pasarla tumbada en un sillón.

Sara tenía el don de la bilocación; estaba en todos los sitios casi al mismo tiempo: friendo emperador, el pescado preferido de su marido; leyendo cuentos a Juan para calmar sus pesadillas; metiendo los platos en el lavavajillas; respondiendo una llamada telefónica de trabajo; convenciendo a María para hacer los deberes; enseñando a leer a Carlos… Ella se ocupaba de todo y parecía que nadie se percataba de ello. Su vida era una aventura sin recreo. Afortunadamente, su marido se colocaba a su lado cuando regresaba de la oficina, para ayudarla. Siempre se mostraba disponible con un: <<¿Qué necesitas?>>.

Se podía decir que Sara no vivía para sí. Todo lo había entregado a los de su alrededor. Algunos de sus amigos no comprendían por qué había rechazado las noches de billar o las escapadas a su pastelería favorita. Tal vez no entendían su secreto: Sara era feliz.

Quizá ya no tenía los privilegios que disfrutó de soltera, pero una caja de bombones como regalo de su marido, un día cualquiera, un dibujo de María en el día de la madre, unas flores del parque que le traía Carlos…, lo compensaban todo. No cambiaría esos momentos de felicidad por nada en el mundo.

Y eso que había renunciado a horas de sueño zurciendo calcetines, planificando los menús de hogar, repasando nuevas recetas... Cuando Sara sonreía, parecía hacerlo por toda su familia, pues reflejaba la satisfacción de María al obtener un diez en Sociales, los hoyuelos de Carlos al descifrar “mamá” entre las letras o la tranquilidad de ver a Juanito durmiendo plácidamente.

La felicidad de su familia era su felicidad. Ese era su gran secreto.