XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

El tesoro de la amistad 

 Ainhoa Estévez, 15 años

Colegio Altozano (Alicante)

Sofía aprendió demasiado pronto que no es fácil soportar la soledad. A sus trece años padecía los tiras y aflojas de sus padres, que llevaban años en una discusión sin fin. Ella no quería que se separaran, mucho menos que se divorciaran para formar cada cual otra familia. No quería tener que dormir un día en casa de uno, otro día en casa del otro. Y, sobre todo, no soportaba la idea de no volver a verlos juntos. Pero la gente mayor a veces se vuelve ciega a las necesidades de sus hijos, a los que apenas tienen en cuenta en sus decisiones. 

Aquella marejada familiar le había afectado en todas las facetas de su vida: dormía mal, comía poco y había perdido interés por el colegio, en donde se mostraba taciturna. Más de una vez, después de haber contemplando una pelea dialéctica entre sus padres, rompía a llorar en mitad de una clase. Como no era capaz de controlar esos arranques de llanto, sus compañeras, que tenían su misma edad, no eran capaces de entenderla. Poco a poco se extendió entre ellas la sensación de que Sofía era una chica extraña. Ninguna quería intimar con ella. Además, cada una tenía su grupo de amigas, con el que quedaban cada fin de semana, se reían y se divertían en los recreos, algo que Sofía no había vivido desde hacía tiempo. Sus compañeras la excluían, le hacían sentir como si no fuera parte de la clase, hasta que una mañana se sentó en una esquina del patio, junto al comedor, para leer una de sus novelas favoritas. Entonces se le acercó una chica con su mejor sonrisa.

<<Seguro que viene a burlarse de mí>>, se dijo.

-¡Hola! Soy Clara.

–Ya lo sé. Vamos juntas al aula de inglés.

–¿Te está gustando? –señaló al libro–. A mí me encantó. Tiene una trama preciosa.

Sofía se quedó callada mientras su compañera siguió hablando:

-Siempre te veo aquí sola, leyendo, en tu esquina. 

–¿No te querrás reír de mí?

–No… –desplegó las manos–. Quería hablar contigo desde hace tiempo, porque podrías unirte a mi grupo, si quieres.

Se sintió confundida. Le costaba creer que Clara se hubiera fijado en ella.

-La verdad es que me está encantado -formuló, nerviosa, levantando el ejemplar-. Y me encantaría unirme a tu grupo, si es que de verdad crees que no soy una molestia.

Se miraron fijamente. Clara no decía nada.

-Pero, chica, ¿por qué vas a molestar?... -soltó de golpe-. ¡Claro que quiero que estés en mi grupo! Les vas a caer genial, y ellas a ti también. 

La vida de Sofía dio un giro. Por fin se sentía parte del colegio. Comenzó a quedar con ellas los fines de semana para ir al cine, salir a comer, hacer fiestas de pijamas… Todo lo que le corresponde a una adolescente. Y aunque sus problemas personales no desaparecieron, pudo llevarlos mucho mejor gracias a aquella compañía.