XII Edición
Curso 2015 - 2016
El viaje habitual
Marta Gabriela Tudela, 16 años
Colegio Sierra Blanca (Málaga)
A las diez de la noche, Juan y su familia están listos para emprender su viaje diario. Sí, diario, pues no hay noche en la que no preparen las maletas antes de partir a algún lugar más o menos recóndito. Podrá parecer excesivo, incluso caro, pero resulta ser muy rentable ya que no utilizan los medios de transporte habituales. Por decirlo de alguna manera, escogen una línea, digamos, alternativa.
Diez y media. La familia ya ha llegado al aeropuerto, presurosos como de costumbre, pues la cena ha durado algo más de lo esperado. En opinión de Juan, esto suele ocurrir cuando se tienen hermanos pequeños. Así que a toda prisa se dirigen a la zona de embarque con los billetes de toda su vida ya sacados e impresos. Familia previsora, sin duda.
Once de la noche. Juan embarca y encuentra su asiento. No le lleva más de unos minutos, ya que siempre ocupa la misma butaca, a excepción de las veces que acompaña al menor de sus hermanos cuando este tiene miedo de viajar solo, lo que ocurre en ciertos despegues o en momentos de turbulencias. En condiciones normales el chico debería abrocharse el cinturón, pero en este tipo de travesías basta cubrirse con una sábana —con una manta en invierno— para sentirse seguro.
Once y cuarto. Los familiares del chico van colocándose en sus plazas. Por la rapidez de sus movimientos es fácil adivinar las ganas que tienen de partir.
Once y media. Embarca la madre de Juan, a menudo la última en tomar asiento a causa de tantas tareas de las que se encarga. Con ella, ya están todos los pasajeros a bordo. La luz se apaga y tras unos instantes, despegan, todos desde el mismo lugar y en el mismo momento pero, por imposible que parezca, con destinos completamente distintos: distintos escenarios, distintas épocas, distinta dimensión.
Juan sabe desde dónde parte y a dónde volverá, pero desconoce el mundo que va a visitar. Ni siquiera sabe si será de su agrado. Esta misma duda la tienen todos los miembros de su familia, que aceptan todo lo que pueda acontecer.
Doce de la noche. Al fin reina el silencio. Disponen de ocho horas de sueños por delante.