XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Ella

Almudena Hens, 16 años

                  Colegio Zalima (Córdoba)    

Antes de ella, todo era distinto; mi mundo estaba oscuro y sin vida y nada pa-recía tener sentido, ni yo quería encontrárselo. Caminaba dando tumbos, sin destino ni razón. Puede que todo fuera más fácil entonces; puede que así me lo pareciera.

Antes de ella no entendía la obsesión de la gente por encontrar a una persona con la que compartir la vida. Yo, la verdad, creía que no necesitaba a nadie a mi lado. Hasta que, sin pretenderlo, nos encontramos.

Me acuerdo de la luz que caía sobre su rostro en la cafetería, del modo en el que iba vestida y de la curiosa carpeta rosa de anillas que portaba en los bra-zos. Me pareció un ángel: un ángel que Dios me enviaba para rescatar lo me-jor del hombre sobrio que llevo dentro.

—Perdona… —me abordó—. ¿Podrías decirme dónde se encuentra el aula de Literatura?

Su voz despertó en mi interior un fuego desconocido. En ese instante supe que la necesitaba, que me urgía volcar en ella mi amor, recibir de ella su cariño y cuidados, aunque no los mereciera. Qué estupidez, ¿verdad? Y, sin embar-go, supe que ella era mi destino, aunque no logré que intercambiásemos más palabras.

Recuerdo la forma en que me gritó la tarde que rompí sus apuntes; también los meses en los que dejó de hablarme por aquella maldita fiesta en la que el te-quila me transformó en un indeseable que desveló todos sus secretos a aque-llos universitarios borrachos... Aun así, después de tantas idas y venidas, con-seguí que me perdonara, aunque sé que hay algo en su interior que le dice que no soy de fiar.

Sé que no soy todo lo bueno que ella se merece, pero intento mejorar cada día. Lucho por quedarme con su sonrisa, por mantenerla a mi lado, pues la necesi-to. Lucho por quererla más y mejor, mientras la veo con una novela entre las manos, intentando perderse en esas historias que tanto le recuerdan a noso-tros dos. Al fin y al cabo, la nuestra es la mejor de las tramas.

***

Hoy todo sigue igual: ella está sentada en el sofá con un libro entre las manos. Pero esta vez se lo lee a una niña con mis mismos ojos y su misma sonrisa.

Me cuesta creer que después de tantos años y de todos los baches por los que ha pasado nuestra relación, ella aún siga a mi lado. Es la luz en de mi camino.

Ella ha hecho de este hombre el ser más feliz del mundo.