IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

En búsqueda de la felicidad

Álvaro Loscertales, 17 años

                  Colegio Tabladilla (Sevilla)  

Otro día perdido… Sí, lo siento, soy adolescente. Quiero decir que he llegado a una edad en la que resulta facilísimo perder el tiempo. Que si unas veces me dejo llevar por la pereza, que si otras me distraigo con el vuelo de una mosca o con el zumbido de los whastsapp, que si me dejo llevar por la curiosidad que esconden los perfiles de Facebook…

Cuando pierdo el tiempo me anega una suerte de tristeza, como si de pronto hubiese olvidado el objetivo que me había marcado para ese día.

Pero, claro, tampoco es cuestión de ponerse trágico; lo propio de un adolescente –acabo de reconocerlo- es la distracción, que se nos vaya el santo al Cielo, que no podamos tener la cabeza centrada en una sola tarea.

Es verdad, no hay que ponerse trágico, pero sí mantenernos alertas, ya que el objetivo de nuestra vida es ser felices mediante el cumplimiento de lo que debemos hacer, algo difícil de conseguir si perdemos el tiempo.

Creo que en la felicidad deben estar presentes la familia, los amigos, la práctica religiosa, el trabajo y el ocio, pero siendo siempre conscientes de que la vida es un regalo inmerecido que hay que disfrutar sin perder de vista que nuestro tiempo es breve (nuestra esperanza de vida es de 960 meses), lo que exige coherencia.

En nuestra turbulenta sociedad, muchas personas no encuentran sentido a su existencia, aunque tampoco luchan por buscarlo. Lo único que hacen es vivir de manera pasiva: van de un desayuno a otro, de un telediario al siguiente, de un fin de semana a otro fin de semana… Estoy convencido, sin embargo de que los adolescentes tenemos la oportunidad de fraguar un futuro más ambicioso.

Y la ambición requiere que pasemos, todos los días, unos minutos de reflexión, que nos ayude a conocernos. Además, una receta infalible: trabajo, buen humor, solidaridad y deporte, elementos tan necesarios como comer y beber.