XIX Edición
Curso 2022 - 2023
En las calles de Praga
María del Carmen García Lea, 15 años
Colegio Altaduna (Almería)
La voz del piloto despertó a Gracia. Después de seis horas de viaje, por fin habían llegado. Una vez las azafatas dieron al pasaje las instrucciones para el aterrizaje, y tras una ovación al comandante en cuanto el avión tomó tierra, los pasajeros se pusieron en pie y bajaron bolsos y maletas del cajetín superior, decididos a poner cuanto antes un pie fuera de la nave.
La salida de la terminal no quedaba muy lejos, pero el que todos se moviesen como un rebaño le impedía a Gracia acelerar el paso. Sorteó a varias familias, a un grupo de turistas, a un niño que se había perdido y al personal del aeropuerto. En cuanto pasó los controles correspondientes, tomó un Uber que le estaba esperando en el parking.
Durante el trayecto al hotel no despegó los ojos de la ventanilla. La ciudad era preciosa, como el decorado de un cuento de los hermanos Grimm. Había escuchado hablar de la belleza de Praga, pero no se esperaba tantas maravillas juntas: los edificios se erguían con siglos de historia grabados en sus fachadas, y tupidos y magníficos árboles festoneaban las calles. La vestimenta de los transeúntes que poblaban las aceras avisaba de la llegada inminente del verano. Aunque su profesión de periodista le permitía viajar por el mundo, nada le había gustado tanto como aquella ciudad. Gracia, prendada en cada detalle, ni siquiera reparó en que había llegado a su destino.
La habitación era modesta, con vistas a la fachada descuidada de un patio interior. Había llegado a Praga para cubrir noticia que protagonizaba un heredero rebelde, del que se hablaba en todo Europa.
***
Cuando el sol comenzaba a esconderse, Gracia se preparó para salir. Agarró su cámara de fotos, cerró la puerta y se escurrió por los pasillos del hotel. Acababa de poner un pie en los adoquines cuando chocó contra una persona. Levantó la cabeza y su mirada se encontró con unos ojos verdes que la examinaron con cautela. Al retroceder, se dio cuenta de la llamativa altura de aquel muchacho, que parecía desconcertado.
–Perdón –se excusó Gracia, manteniéndole la mirada-, no te había visto.
Él encogió los hombros y entró en el hotel. Sin darle más importancia, la chica retomó su camino hacia la plaza de la Ciudad Vieja. En algunas paredes había unos carteles que anunciaban “La relación secreta del hijo del ministro de la República Checa”, motivo que a ella le había traído a hasta allí. Sobre el titular, una imagen revelaba la cara del protagonista al que acosaban los medios de comunicación.
Gracia ahogó un grito, pues era el mismo joven con el que acababa de cruzarse y que, probablemente, se alojaba en el mismo hotel que ella. Sin pensárselo dos veces, tomó con las manos la cámara que llevaba colgando del cuello y echó a correr en dirección contraria, sin volver a prestar atención a las calles de Praga.
Desde una esquina vio al hijo del primer ministro, que se escabullía del alojamiento para sumergirse por las sombras de un callejón. Lo persiguió, tratando no perderlo de vista y, en cuando tuvo oportunidad, le agarró del brazo. El chico se volvió hacia ella. Si antes su mirada le resultó escrutadora, en esa ocasión parecía asustada. Él trató de soltarse, pero Gracia apretó aún más las manos, obligándole a centrar toda su atención en ella.
–¿Podríamos hablar?
De madrugada puso el punto final al reportaje que, en los periódicos de la mañana, iba a destapar la verdad que resolvía aquella polémica. El muchacho había respirado al fin, pues Gracia le iba a liberar de cada una de las calumnias que le habían obligado a esconderse.