XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

First Dates para mi abuela 

Paula Moratalla, 17 años

Colegio Stella Maris La Gavia (Madrid)

Hace unos días fui a comer a casa de mi abuela, que tiene ochenta años. Ya no está como antes; hay que ayudarla cuando se sienta y se levanta, también si quiera alcanzar algunas cosas de los armarios, que están demasiado altas para ella –pues no puede subirse a un taburete–, o a comer. Y me sorprende la actitud con la que lo afronta, cuajada de buen humor. <<Debes traerme un poco de aceite para engrasarme la maquinaria>>, suele decirme entre risas. <<Parezco la mujer de hojalata>>, añade. Pienso en las veces que los medios de comunicación hablan sobre los efectos de la edad y cómo disimularlos… pues mi abuela los suma todos, pero se encuentra en la cola para apuntarse al programa de televisión First Dates.

Se suele atribuir el término “persona mayor” a aquellas que superan los sesenta años. Una vez llegan los ochenta, las bautizan como “ancianos”. Pero envejecer no es un proceso que siempre esté relacionado con la edad, pues la mayoría de las veces es cuestión de actitud. Cumplir años es atesorar experiencias, cumplir metas y ganar sabiduría.

Si salgo a la calle para preguntar cuál es el secreto para mantenerse joven, me dirían que la buena salud, saber hacer frente a la soledad o la actividad diaria. Todo eso está muy bien, aunque echo de menos que se hable de las aficiones, de desarrollar otros empeños, de viajar o del gusto por aprender cosas nuevas. Ahí reside el secreto de la buena vida: mantener una actitud de asombro juvenil a pesar de que haya que soplar una vela más cada año.

Sé que es corriente encontrarse con alguna persona de edad avanzada que se encuentra desconectada de los sueños que tuvo cuando “era joven” y que, a causa de la estigmatización de la ancianidad, considera sueños perdidos, como si a partir de cierta edad no hubiera nada que hacer, como si los mayores tuvieran que estar perdidos y vivir ajenos al mundo. Además, por si fuera poco, añaden leña al fuego con el pensamiento derrotista de que ya se les pasaron todos los trenes. 

Muchas personas mayores se han desgastado por y para los demás, y al alcanzar la cima de sus días parece que no deben tomar en consideración sus anhelos, sino encontrarse con la triste sensación de que la vida se les ha pasado. Pero, desde otra perspectiva, la vida no se les ha acabado, ni mucho menos, tan solo han cambiado sus circunstancias: es el momento de caminar hacia otras direcciones y con otros propósitos. Por eso, a los mayores hay que recordarles que se puede pedir plaza para participar en First Dates, como hizo mi abuela.