XII Edición
Curso 2015 - 2016
Fuego y lluvia
Carmina Vega Ruigómez, 15 años
Colegio Montealto (Madrid)
Peter tenía un secreto incómodo: bajo su abrigo ocultaba un transistor de radio que había encontrado junto a la carretera. Sabía que ni su madre ni Suzanne, su mejor amiga, hubiesen admitido que rompiera las rígidas costumbres de su comunidad. No en vano, los maestros bíblicos predicaban que un buen amish nunca escucha las noticias del mundo pecador, tampoco la música; por eso ningún hermano tenía en su casa radio ni televisor.
Pero Peter, a diferencia de los otros chicos de su edad, desde que llegó a la adolescencia se cuestionaba aquellas rígidas barreras que separaban a los amish de la sociedad. Así que no estaba dispuesto a renunciar a su tesoro.
Caminó hasta los límites de la última granja de la comunidad y, desde allí, contempló la ciudad, repitiendo en su cabeza:
<<Algún día conseguiré salir de aquí>>.
Miró hacia todos los lados para asegurarse de que nadie le había seguido. Entonces sacó el transistor, lo observó con asombro, comenzó a toquetear todos sus botones y a girar sus ruedas hasta que produjo un primer sonido. Sobresaltado, dio un brinco. Una voz extraña salía por la rejilla del altavoz. Después fue una música.
Desde entonces, por las tardes se encerraba en el granero para escuchar la radio. Había descubierto un programa musical que le embelesaba. No sabía que una sombra lo venía espiando, que un cuerpo se acurrucaba entre la paja cada vez que sintonizaba la profunda voz de James Taylor al ritmo de “Fire and Rain”, cuya melodía provocaba un eco mágico en el silencio del granero.
Un día, mientras mantenía una animada conversación con Suzanne de camino a la escuela, esta se puso repentinamente seria.
—Peter, hemos sido amigos desde pequeños -comenzó, titubeante. El chico tenía asumido que acabarían casándose, pero Suzanne no quería hablarle del esperable noviazgo-. Creía que nos lo contábamos todo… -continuó-. Pero hace tiempo que te vigilo cuando estás en el granero y… -su expresión se hizo angustiada-. Escucho canciones, Peter, canciones con música –. Enrojeció como si acabara de pronunciar algo perverso-. Esa maldita radio… –rompió a llorar.
—Vamos, Suzanne -sacó el transistor del bolsillo y lo encendió.
—Peter, no puedes hacer eso. Sabes tan bien como yo que la tecnología es un invento del diablo que solo puede llevarte al mal.
—¡Y tú sabes tan bien como yo que no comparto esas supersticiones!-respondió-. No he hecho nada malo; solamente escucho un puñado de canciones, sin voluntad de ofender a nadie. -Hizo una pausa, intentando no perder los estribos-. Tal vez no te guste lo que voy a decirte, pero siento que he dejado de pertenecer a la comunidad.
Se miraron durante unos momentos, sobrecogidos por la tensión.
—Desde pequeña me imagino la vida a tu lado –pronunció temblorosa.
Peter le acercó el rostro y cerró los ojos, dispuesto a besarla. Pero, sin esperarlo, recibió un guantazo.
—¡Te odio! -gritó Suzanne.
El chico se llevó la mano a la cara, confundido. Observó cómo su amiga echaba a correr. Peter sabía que, en unas horas, toda la comunidad estaría enterada de aquel incidente. Por eso volvió a su casa, empaquetó algunas ropas y escribió una nota, dirigida a su amiga, que dejó sobre la cama.
Apenas un año más tarde, Peter estaba matriculado en una facultad de periodismo. Escuchar música en la radio se había convertido en una parte fundamental de su día a día. Solía dormirse con el transistor de fondo. Una noche, mientras preparaba la cena, se sobresaltó con el mensaje que leyó un locutor:
—Tenemos con nosotros a una chica muy especial –dijo aquel hombre. Peter subió el volumen-. Tan especial como que forma parte de la comunidad amish. Su nombre es Suzanne y tiene un mensaje importante.
Peter palideció, como si acabara de ver a un fantasma.
—Gracias –escuchó la voz de Suzanne-. Tengo un mensaje para un amigo de la infancia, un chico al que estuve unida en el pasado… -se quedó un momento en silencio-. Peter, sé que estás ahí porque este es tu programa favorito. Nunca podré perdonarme lo que hice… Te quiero.
Tras aquella declaración, los responsables del programa pincharon “Fire and Rain”, la canción que escuchaba en el granero. Peter supo que Suzanne también se había marchado de la comunidad y que le estaba buscando.