XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Hermanos de sangre

María Llano, 17 años

                 Colegio Puertapalma (Badajoz)    

Decir de un hermano que es nuestra «alma gemela» puede quedarse corto. Aunque cada uno tenga sus gustos e ideas, los hermanos suelen estar cortados por un mismo patrón. En muchos casos, sus funciones dentro de la familia son distintas, adoptando el mayor un papel protector y el menor intentando parecerse al hermano que tanto admira.

Existen momentos críticos en las relaciones fraternas, ya sean riñas caseras o discusiones por un juguete, que lo único que consiguen es dar quebraderos de cabeza a su madre. A pesar de esas desavenencias ocasionales, de ningún modo permitirían que le ocurriera ningún mal a su compañero de fatigas.

Los hermanos bien avenidos son inseparables, llegando en ocasiones a crearse entre ellos una cierta dependencia mutua.

Es posible que la envidia emborrone algunos momentos de su vida, pero sobre ella prevalece el orgullo por los logros de aquel a quien conocen mejor que nadie.

La ley no les permite compartir el mismo nombre, pero sí el apellido que les transmite su padre, el progenitor de un grupo llamado familia donde el cariño supera las riñas cotidianas e intrascendentes.

Superada la infancia, la relación de los hermanos cambiará; ya no se verán necesariamente todos los días, pero podrán seguir en contacto y compartir sus avances en el mundo laboral y sentimental. Por encima de eso, podrán crear cada uno su propia familia, y regalar al hermano la posibilidad de convertirse en tío, algo que le llenará de gozo y que les permitirá a ambos, entre cambio de pañal y pañal de sus vástagos, ahondar en la profundidad del sentimiento mutuo.