IX Edición
Curso 2012 - 2013
Héroe de su propia historia
Teresa Hernández, 14 años
Colegio Monaíta (Granada)
Paseaba por las calles de Manhattan y pensaba cómo había transcurrido su vida hasta aquel momento. Era un hombre casado, con cinco preciosos hijos, un reconocido guionista de cine, disfrutaba de un grupo nutrido de amigos, le encantaba ir a correr, hacer excursiones con su familia y era un apasionado de la repostería.
Sin embargo, su vida no había sido fácil.
Desde pequeño soñaba con ser escritor, convertirse en héroe de su propia historia, pero le habían surgido muchas dificultades. Primero, el divorcio de sus padres cuando no había cumplido cinco años; después, la muerte de su abuela. La adolescencia tampoco fue brillante, las malas notas, los amigos poco recomendables, el primer cigarrillo de marihuana, fiestas todo el día…
Francamente, a sus padres tampoco les importaba lo que hacía su hijo. Su madre le regañaba de vez en cuando, pero él se escapaba de casa. Dejó los estudios al cumplir la mayoría de edad y se dedicó a vagabundear, hasta que un día, al reunirse con su pandilla, hizo una apuesta. “Será divertido”, pensó. Consistía en robar el coche de un señor muy rico. Al echar a suerte quién sería el ladrón, le tocó a él.
Sabía cómo había que hacerlo. Animado por sus amigos, se apresuró a esconderse cerca del garaje.
Cuando el hombre salió de la casa, justo cuando iba a montarse en el automóvil, el chico salió de su escondite y le empujó, haciéndole una brecha profunda en la cabeza.
Cogió las llaves y quiso arrancar cuando, de repente, se dio cuenta de que la policía estaba arrestando a sus amigos. Le echaron toda la culpa del robo y un juez lo metió en la cárcel. Ocho años de condena.
Le resultó difícil asimilarlo. Solo, en una celda, sin poder hacer nada… Sus padres iban a visitarle, pero él se negaba a hablar con ellos. Los días se le hacían eternos. Pensaba que su vida no valía nada, que él mismo la había arruinado por completo, que no podía hacer nada para mejorarla... Se había dejado llevar por lo peor. Entonces se acordó de su sueño: ser escritor, convertirse en héroe de sus propias historias. Se lo comenzó a repetir día tras día, hasta que se convenció de que ahí estaba su oportunidad. <<La historia de mi vida es mía, sólo mía, y no quiero que continúe de esta manera. Cumpliré mis sueños, pues el mañana todavía no tiene errores y de mí depende el que los cometa>>.
Un siete de junio le concedieron la libertad. Sintió que volvía a nacer.
Cruzó el Central Park, satisfecho por estar escribiendo la historia de su vida.