IX Edición
Curso 2012 - 2013
La amistad
Elena García Martín, 14 años
Colegio Monaita (Granada)
Dicen que <<un amigo es un tesoro>> y ahora que estamos en tiempos de crisis, cuando sólo se habla de economía, no deberíamos olvidar otro tipo de riquezas que son mucho más importantes que el dinero. La amistad es una de ellas.
Soy consciente de que hay personas que no tienen trabajo, ni recursos para mantener una familia. Ante estos dramas no podemos quedarnos indiferentes. Sin embargo, si han cultivado la amistad descubrirán que las dificultades con amigos son más llevaderas.
La amistad es un don, un regalo que no merecemos. Hay quien piensa en la amistad como en un dar al otro en la medida en que el otro nos da a nosotros. Y tienen razón, pues sin reciprocidad no existe verdadera amistad. Pero dar y recibir no es tan sencillo, especialmente en una sociedad tan individualista como la nuestra.
Desde la más tierna infancia empezamos a compartir: amigos que te han visto llorar por hacerte una herida al caerte de la bici, amigas con las que pasabas las horas muertas jugando a las casitas, amigos con los que sacabas lo mejor para ser la más veloz y no te alcanzaran en el pilla-pilla, amigos con los que te enfadabas y desenfadabas más de cinco veces al día y como si no pasara nada, porque no se guardaba rencor...
Cuando vamos creciendo, este "compartir" se va llenando de un contenido más profundo: ya no se comparten sólo cosas materiales sino lo más valioso: el tiempo (los amigos siempre están disponibles, nuestros problemas son sus problemas y viceversa, al igual que sus alegrías también son motivos de gozo para nosotros).
Me encuentro en esta etapa de la amistad y quiero vivirla con la mayor intensidad posible. Aún no he experimentado la amistad madura, como la que vive la gente de la edad de nuestros padres. Ese tipo de amistad goza de las características de la amistad de la infancia, de la adolescencia, de la juventud, de la madurez: los amigos llegan a formar parte de la familia; hasta los propios hijos les llaman "tíos" que se convierten en padrinos, etc. Se anudan lazos tan prietos como lazos de la sangre.
Cuando eres niña no eliges los amigos, los tienes por coincidencias: son hijos de los amigos de tus padres, tu primer apellido empieza por la misma letra y pasas años con él como compañero de pupitre, tienes un vecino de tu misma edad, tu hermano mayor va con su hermano mayor, etc. A medida que creces, valoras las cualidades de una verdadera amistad, eliges a las personas con las que quieres estar y comienzas a compartir la parte de tu vida que comprende el espíritu. Además, creas lazos de amistad con otra gente.
La amistad me enriquece tanto que no echo en falta otro tipo de riquezas. Y lo mejor de todo es que la amistad no se compra ni se vende, por lo que no hace falta tener dinero para disfrutar de grandes amistades. Por tanto, en estos tiempos de crisis debemos cuidar este tesoro gratuito.