XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

La clase de oratoria 

 Ainhoa Estévez, 15 años

Colegio Altozano (Alicante)

Era lunes por la tarde y tenía clase de oratoria, una de las asignaturas que menos me gustaban, pues no me agradaba hablar en público, que todo el auditorio ponga los ojos en mí, esperando a que me equivoque. O eso pensaba… porque, he de admitir, mi mente me jugó una mala pasada.

Aquella tarde nos propusieron polemizar acerca del feminismo. Reconozco que tenía bien aprendido mi argumentario, pero no me esperaba que, de pronto, mi profesora me nombrara para que saliera a exponerlo.

Cuando me puse en pie para aproximarme a la tarima, me temblaban las piernas, las manos me sudaban y mi cabeza no dejaba de decirme:

<<¿Y si me caigo y quedo en ridículo?... ¿Y si, de repente, vomito a causa de los nervios?... ¿Y si mis compañeras se ríen de mí?... ¿Y si decepciono a la profesora, porque se espera un mejor discurso?... Y si... Y si… Y si…>>.

En cuanto me salieron las primeras palabras, todo pasó muy rápido. Ni me caí, ni vomité, ni la clase se rió de mí, ni decepcioné a mi profesora. De hecho, cuando terminé, la mayoría me miraba con una amplia sonrisa y rompieron a aplaudir.

A partir de entonces he comprendido que no tengo por qué tener miedo a hablar en público, lo que no significa que haya conseguido desembarazarme de mis miedos. Pero sé que no me tengo que rendir, que tengo que seguir practicando a base de ejercicios ante el espejo. Un poco de esfuerzo trae grandes recompensas.