XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

La curva de la luna

Cristina Melero, 17 años

                   Colegio Zalima (Córdoba)    

La luna quería ser como las estrellas: pequeña y delgada. Quería que a ella también le pidieran deseos. Quería ser una más, sin nombre, en medio de una constelación.

Por eso se empeñó en aparecer cada noche un poco más fina. Por eso, los lobos dejaron de aullar y la espuma del mar ya no saltaba de ola en ola para llegar al cielo. Pero poco le importaba, con tal de parecerse a las estrellas.

Iba menguando, y aunque todos los hombres se dieron cuenta, nadie dijo nada. Se le formó un mordisco que ella llamaba curva, donde cada noche mecía sus inseguridades para que dejaran de atosigarla, para se callaran.

Si alguien preguntaba por ella, la luna sonreía con su curva modelada a mordiscos. ¿Qué podía hacerse por ella, si se había empeñado en parecerse a las estrellas?

La última noche de luna la confundieron con la estela de un cometa. La Tierra lloró por ella, lamentándose inútilmente por no haber reaccionado antes, por no haberle dicho lo bella que era cuando reflectaba todo su esplendor.